En marzo de este año nuestra Red publicó los “Apuntes sobre la promoción de la lectura en áreas rurales”, de Alfredo Mires.
El texto había sido solicitado por los organizadores del II Encuentro Nacional de promotores de Lectura realizado en Colombia, en octubre del año pasado.
Alfredo Mires dice en este documento:
“La promoción de la lectura define, en gran medida, el lado de la historia en el que nos ubicamos. No se puede ser neutral porque la lectura tampoco lo es. Ignorarlo es tomar posición del lado de quienes intentan ocultar esta realidad para impedir que pueda ser transformada.
Promover la lectura es adherirse a las realidades y a las expectativas de las poblaciones. Más aún, la motivación de la lectura ha de ser un reflejo de las capacidades de decisión, de los intentos de apropiación y de las búsquedas genuinas de las propias comunidades, de quienes la asuman como una herramienta para seguir aprendiendo desde su mismo contexto.
No aprender a leer por leer, sino en la procura de aquel abono que incremente el discernimiento desde la propia cultura, en el amacolle de una fronda desde las propias raíces.
Porque lectura no es evasión: es inmersión y riesgo, es liberación e impulso. Leer es reprobar la indolencia y ejercer el derecho al humor compartido, a la gratificación merecida y a una vida que no sea sinónimo de desgracia”.
El texto había sido solicitado por los organizadores del II Encuentro Nacional de promotores de Lectura realizado en Colombia, en octubre del año pasado.
Alfredo Mires dice en este documento:
“La promoción de la lectura define, en gran medida, el lado de la historia en el que nos ubicamos. No se puede ser neutral porque la lectura tampoco lo es. Ignorarlo es tomar posición del lado de quienes intentan ocultar esta realidad para impedir que pueda ser transformada.
Promover la lectura es adherirse a las realidades y a las expectativas de las poblaciones. Más aún, la motivación de la lectura ha de ser un reflejo de las capacidades de decisión, de los intentos de apropiación y de las búsquedas genuinas de las propias comunidades, de quienes la asuman como una herramienta para seguir aprendiendo desde su mismo contexto.
No aprender a leer por leer, sino en la procura de aquel abono que incremente el discernimiento desde la propia cultura, en el amacolle de una fronda desde las propias raíces.
Porque lectura no es evasión: es inmersión y riesgo, es liberación e impulso. Leer es reprobar la indolencia y ejercer el derecho al humor compartido, a la gratificación merecida y a una vida que no sea sinónimo de desgracia”.
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