El pasado 26 de mayo me encontraba en la Biblioteca Pública Piloto en Medellín, Colombia, en un conversatorio sobre la Red de Bibliotecas de Cajamarca y el legado de Alfredo Mires Ortiz. Se sintió como una conversación familiar de esas donde toda la familia se junta para escuchar al más sabio contar historias sobre aquellos que ahora están en un lugar mejor, pero que nos acompañan en alma y espíritu. En este caso la persona más sabia, quién tenía el mando de la palabra era Rita Mocker, acompañada y apoyada por Mara Mires Mocker, su hija.
Rita, nos contó sobre el voluntariado, que más que un voluntariado, es la historia del origen de una familia: desde cómo comenzó todo con el fuerte ideal de un sacerdote inglés que llegó a Perú, con todas las ganas de hacer de éste un mundo mejor para quienes no tenían ni voz, ni visibilidad; a través de la lectura y de “esos ladrillos que hablan”. Aprendiendo como los libros son herramientas para demostrar al mundo que nuestra gente campesina también tienen mucho que enseñar y mostrar. Hasta como el legado de esta bella misión quedó en manos de Alfredo Mires, junto a Rita y sus hijos y todas las personas que han ayudado desde entonces.
La manera en que se contaban estas historias se sentía casi como si estuviera en una conversación con el mismo Alfredo, y que, en cada palabra dicha se sintiera una profunda empatía y admiración por todo su trabajo: su empeño, sus pasatiempos, su trabajo, sus ideales, su amor por su familia y las personas, y por todo lo que fue, es y será, a través del tiempo.
De igual manera Rita nos compartió parte de su historia. Una mujer fuerte que, de igual forma, sintió el llamado por querer ayudar a las personas. Y llena de amor se aventuró desde Alemania hasta Perú a cumplir con su llamado. Ella es esa figura maternal que mantiene un ambiente cálido y agradable. Gracias a ella y su forma de expresarse es que este conversatorio se sintió cómo se sintió: como una charla de hogar.
En agradecimiento a todo lo que se puede agradecer, Mara y Rita nos compartieron el ritual andino, el pago a la tierra, practicado en los paisajes y tradiciones cajamarquinos, para poder agradecer a la madre naturaleza, a las personas que nos rodeaban y habían hecho posible aquel encuentro. Momento, en el que todos los espectadores del conversatorio pasamos a ser participantes y, de alguna manera, conectamos unos con otros por un sentimiento en común: agradecer.
Finalmente, Mara, junto a sus amigos de danza y de vida, compartieron una muestra artística en forma de danza, que se sintió como un resumen y materialización de todo eso que considero, todos los presentes en el evento, pensamos a lo largo del conversatorio: una danza que expresaba muy bien la esencia de Alfredo. Desde los colores en los trajes de los danzantes, hasta los momentos y situaciones que presentaban; al mismo tiempo, la danza que demostraba el gran talento de los bailarines y de Mara, que es en sí misma la muestra de lo maravillosa que es la familia Mires Mocker.
Marco Beltrán Pérez