Hace
unos meses, nuestro compañero Jesús Oswaldo Quispe nos llamó para preguntar si
podíamos poner una biblioteca rural en una lejana comunidad ubicada en la selva
central de Huánuco…
No
salíamos de la sorpresa: va a ser un poco difícil atenderla, nos dijimos,
estando tan lejos y con las más de quinientas bibliotecas que debemos atender,
a puro punche, aquí en Cajamarca…
¿Cómo
es que alguien de tan lejísimos se había anoticiado de nuestra humilde
propuesta y camino? Mientras estaba siendo atendido con la quimioterapia en
Lima, Jesús Oswaldo había ido contando de nuestras Bibliotecas Rurales a los
otros pacientes, animándolos, animándose.
Y
es que este compañero nuestro no para: apenas regresar de su terapia ya estaba
cruzando el río Silaco, afluente del gran río Marañón, cargado de libros y de
esas esperanzas que son certezas.
Diecisiete
bibliotecas más ha formado y sigue andando, espoleando y entusiasmando, recogiendo
los cuentos de los viejitos y enseñando a leer a los niños.
Compromiso
y voluntariado son más que meras palabras: no hay dificultad que aguante la
locura de testimoniar la vida generosa que nos han heredado nuestros abuelos.
Ese
es nuestro orgullo: aprender a seguir andando.
¡Felicitaciones!
Y gracias, Jesús Oswaldo.