El 24 de junio nuestro compañero Alfredo fue invitado a conversar con
bibliotecarios y bibliotecarias rurales de Colombia, en el marco de una práctica
académica para la Universidad de Nariño. Entre metáforas y honduras, Alfredo expuso
las convicciones campesinas y andinas de la Red de Bibliotecas Rurales. Aquí
algunos fragmentos de su intervención:
- “Para hablar de un camino tenemos que hablar de un punto de partida,
de donde queremos empezar a caminar, pero también del punto a donde queremos
llegar. Lo habitual es que mucha gente empiece, no a caminar sino a transcurrir,
correr y resbalar, a desplazarse con una propuesta y, en algún momento, en
medio de agitación, el sudor y el cansancio, se da cuenta que ni siquiera sabe
porqué está corriendo ni qué bulto está cargando. Y eso si tiene la disposición
para de darse cuenta de ello.
- Antes de emprender el camino vital de una biblioteca, deberíamos ponernos
de acuerdo en qué estamos entendiendo por biblioteca, qué es lo que nos significa
una biblioteca. Porque el riesgo es que terminemos replicando lo que involuntariamente
hemos terminado por normalizar, lo que el sistema dominante entiende por
biblioteca. De muchos modos, las cualidades de nuestro camino y de nuestras
bibliotecas tienen que ver con los universos de las palabras.
- Si tuviéramos que comparar a la biblioteca con frutos, las preguntas
al palpar esos frutos serían, por ejemplo: ¿estos frutos son de aquí o son importados?
¿ésta es semilla nativa o es semilla de laboratorio? ¿esto es de chacra o de
agroindustria? ¿se habrá cultivado con abono de corral o con agroquímicos?
Porque hay fruta que parece plástico y es muy rica, pero a la vez
resulta siendo tóxica. Así como hay frutitas sin mucha finta, pero muy nutritiva
y sin trucos. En suma, ¿esto es natural o es transgénico? ¿son genuinas o son
impostadas, ¿han sido generadas en la comunidad o han sido puestas sin la participación
de la gente?
- Una biblioteca puede ser genuina cuando su origen, su emplazamiento, infraestructura,
personal, pero, sobre todo, su contenido, son propios. (…) En una biblioteca
original la tierra no solo está presente, sino que la tierra habla, dice, enseña;
su voz se escucha y se refleja en las paredes y en los libros; la tierra y sus
hijos son protagonistas de reales de ese camino. Tiene que coincidir con lo que
somos, lo que hemos sido, pero también con lo que soñamos ser y con el sueño
interior.
- La biblioteca empieza a existir cuando la necesitamos, y crece más
cuando se convierte en una demanda. Así que llega a su adultez cuando la
parimos. La biblioteca nace cuando la comunidad sabe que su permanencia depende
de ella misma.
- La biblioteca tiene que ser parte de los cultivos de la comunidad, tiene
que ser criada y engranada con prácticas que en el fondo del alma las
reconocemos como nuestras; hay sangre, hay parentesco, tengo empatía, me siento
bien, no me han impuesto, ha germinado porque la tierra es bendita y es
propicia. Estamos hechos de esa misma sustancia.
- La fuerza vital primaria de la Red está en la vida de los propios
comuneros. El primer paso es saber que los propios comuneros son los propios maestros
en las Asambleas, sustentan los temas, plantean los problemas, explican las
nociones. Todos tienen la palabra. Todos sabemos que todos sabemos.
- La biblioteca en términos de granero de sabidurías, en términos de
arsenal de conocimientos, es parte natural de la comunidad; las comunidades
campesinas indígenas ya son bibliotecas en sí mismas. En ellas habitan los
milenios y las generaciones; en sus genes está lo que supimos y sabemos; en las
prácticas florece lo que ayuda a florecer (…) En los cantos, los juegos, las
herramientas, en las conversas, la cocina, la medicina, bulle una sabiduría que
requeriría millones de estantes para almacenarlas; ese saber tiene en la gente
su territorio vivo y esa gente tienen en su espacio su morada orgánica, su
paisaje recíproco, su hábitat bendito, su refugio imprescindible, el albergue
de su misterio”.