En una época tan desligada de la lectura como la que estamos viviendo, en la que las pantallas han absorbido el tiempo, la existencia y los medios de entretenimiento, y en la que, además, los parámetros educativos oficiales argumentan que “el uso de la tecnología es el medio que permite el verdadero desarrollo de las capacidades de los estudiantes” – especialmente de los más pequeños – resulta verdaderamente no ya una luz, sino una fogata de esperanza encontrar alguien menor de 45 años que, por voluntad propia, lea fuera de los parámetros que la escuela o el mundo académico le exige, –que, por cierto, no contemplan tantos textos como uno esperaría– convirtiendo así el acto de leer en algo no solo escaso, sino también, extraño en la sociedad actual.
En este contexto, resulta particularmente grata y edificante la actitud de Paula Mikaela y Rafaella Ariadna Seclén Gamarra, dos hermanas de 10 y de 9 años, amigas de la Red quienes luego de una visita que sus padres y su abuela –José Seclén, Milagros Gamarra y Maruja Mires, familiares y amigos nuestros– hicieran el pasado septiembre a nuestra casa, quedaron encandiladas con nuestros fascículos de cuentos, que han convertido en uno de sus estandartes de lectura.
Definitivamente, actos como estos nos inspiran no solo a seguir con nuestra labor –sobre todo en los tiempos que corren– sino que, además, son una muestra clara y contundente de que los lectores de corazón, los trotamundos de páginas, los soñadores de la tinta y los imaginadores del papel –es decir, los lectores genuinos– nunca morirán.
Rumi Mires