Viajamos hacia La Ramada para
visitar a don César Burga, comunero Coordinador de las Bibliotecas Rurales,
para saludar y conversar con los que frecuentan su biblioteca.
El rocoso y a veces fangoso camino se
abre al costado de abismos que superan el medio kilómetro. Llegando nomás pasamos
a la pequeña aldea de Corralcucho donde doña Rosa, la madre de César, y doña
Elidia, su hermana, nos acogieron con deliciosas humitas recién hechas con el
maíz de su chacra.
Mientras descansábamos observando el
idílico paisaje en el que viven, nos quedamos sorprendidos por la bravura de un
pequeño pollo que insistía en pelear con otro más grande en edad y talla. Su audacia
lo había dejado prácticamente sin plumas, pero esto no afectaba en nada su
ánimo… Nos mostró que la actitud es la mitad de la batalla.
Por la noche, la reunión en la casa
de don César comenzó como todas las buenas reuniones: “armándose” con el bolo
de hojas de coca, cultivadas en sus pequeñas chacras y libres de toxinas, un cuidado
que se está volviendo tristemente menos común por la presión de las grandes agroquímicas
para inundar los cultivos con pesticidas. La atracción de un producción fácil y
rápida a veces domina el conocimiento de que los remedios naturales y la
producción orgánica –que ha perseverado durante muchos siglos–, es el único método
seguro para garantizar la supervivencia del arte de la agricultura y la soberanía
alimentaria frente el intento de dominación por el sistema.
Esta conversa nos llevó al tema
similar del tabaco y de cómo los cigarrillos que ahora prevalecen en el mercado
están llenos de venenos y a propósito contienen propiedades adictivas. Los comuneros
recuerdan un tiempo en que la producción y preparación del tabaco silvestre era
una práctica común en la comunidad, sin toxinas y lleno de las propiedades naturales
de la planta. La conversación animada nos dejó con el deseo de aprender más, y
el destello en los ojos de Alfredo nos dijo que otro libro había comenzado a
escribirse.
En respuesta a una invitación de los
comuneros, Alfredo explicó más sobre el concepto de las Bibliotecas Rurales, es
decir, el movimiento constante de los libros en lugar de su reposo en espacios
estancados, y la importancia del libro en el campo. Habló de cómo estamos
perdiendo la conexión con nuestros antepasados y con nuestra comunidad: “El tiempo traiciona la memoria”, nos
dijo, y recordó un dicho apropiado: “Aquel
que no recuerde su pasado, está destinado a tropezar con la misma piedra”.
“Tenemos mucho
que aprender de nuestros antiguos: ellos criaron las semillas que ahora
cultivamos. ¿Cómo podemos reconstruir el puente y volver a conectarnos con nuestras
raíces? Tenemos dos fuentes que nos pueden ayudar”, explicó: “Está la palabra de nuestros mayores. ¿Pero qué pasa si no podamos recordar
todo lo que nos dicen? Entonces podemos acudir a nuestros libros. Usando el libro
como una herramienta podemos tener escritos los recuerdos, los conocimientos,
su sabiduría”.
“Esto no
quiere decir que nos quedemos en la nostalgia”, aclaró Alfredo: “Los libros que recogen el conocimiento de
los mayores no son libros para hacernos recordar cómo fue, sino para decirnos cómo
debería ser”.
El bolo se endulzó como diciendo que
también estaba de acuerdo.
Lynda Sullivan