¡Hemos llegado y somos bien recibidas! Es una casa muy acogedora, una pareja humilde y generosa. Nos invitan un sabroso almuerzo con productos de su chacra.
Don Fidencio nos cuenta de sus males, de la pena que siente al no poder visitar sus bibliotecas, al verse impedido de viajar a las Asambleas en Cajamarca. Nos dice también que en su comunidad hay pocos niños y casi no se encuentra jóvenes, que muchos se van para buscar trabajo en la costa y ya no regresan, como si el poco dinero que ganan allá fuera suficiente para vivir sano y feliz.
Pero después recuerda con alegría y nos cuenta sus experiencias de cuando era más joven y se hizo bibliotecario. Recuerda los Encuentros en Cajamarca y empieza a preguntar por don Pascualito, Jacinto, Andrés, Cruz, José Félix, entre otros compañeros de la Red. Y juntos recordamos también a don Antonio Bobadilla, ya difunto.
Detenemos un tantito nuestros recuerdos para coordinar la marcha que deben seguir las bibliotecas de su sector, que ahora están a cargo de don Téofilo Vargas, bibliotecario de la comunidad de Llanupacha.
Se acera la hora de regresar y nos vamos alejando con la idea de volver para realizar una reunión con los demás bibliotecarios en la casa de don Fidencio.
Nos vamos también cargando la manzanilla y el cedrón que con desbordante cariño nos regaló una mayorcita en el camino. Cuando le preguntamos “¿Cuánto le debemos?”, la mayor nos contestó: “¡Cómo se les ocurre, yo no les estoy vendiendo!, ¿acaso no puedo regalar un poco de lo que tengo?”