mayo 25, 2016

En La Ramada

Viajamos hacia La Ramada para visitar a don César Burga, comunero Coordinador de las Bibliotecas Rurales, para saludar y conversar con los que frecuentan su biblioteca.
El rocoso y a veces fangoso camino se abre al costado de abismos que superan el medio kilómetro. Llegando nomás pasamos a la pequeña aldea de Corralcucho donde doña Rosa, la madre de César, y doña Elidia, su hermana, nos acogieron con deliciosas humitas recién hechas con el maíz de su chacra.
Mientras descansábamos observando el idílico paisaje en el que viven, nos quedamos sorprendidos por la bravura de un pequeño pollo que insistía en pelear con otro más grande en edad y talla. Su audacia lo había dejado prácticamente sin plumas, pero esto no afectaba en nada su ánimo… Nos mostró que la actitud es la mitad de la batalla.
Por la noche, la reunión en la casa de don César comenzó como todas las buenas reuniones: “armándose” con el bolo de hojas de coca, cultivadas en sus pequeñas chacras y libres de toxinas, un cuidado que se está volviendo tristemente menos común por la presión de las grandes agroquímicas para inundar los cultivos con pesticidas. La atracción de un producción fácil y rápida a veces domina el conocimiento de que los remedios naturales y la producción orgánica –que ha perseverado durante muchos siglos–, es el único método seguro para garantizar la supervivencia del arte de la agricultura y la soberanía alimentaria frente el intento de dominación por el sistema.
Esta conversa nos llevó al tema similar del tabaco y de cómo los cigarrillos que ahora prevalecen en el mercado están llenos de venenos y a propósito contienen propiedades adictivas. Los comuneros recuerdan un tiempo en que la producción y preparación del tabaco silvestre era una práctica común en la comunidad, sin toxinas y lleno de las propiedades naturales de la planta. La conversación animada nos dejó con el deseo de aprender más, y el destello en los ojos de Alfredo nos dijo que otro libro había comenzado a escribirse.
En respuesta a una invitación de los comuneros, Alfredo explicó más sobre el concepto de las Bibliotecas Rurales, es decir, el movimiento constante de los libros en lugar de su reposo en espacios estancados, y la importancia del libro en el campo. Habló de cómo estamos perdiendo la conexión con nuestros antepasados y con nuestra comunidad: “El tiempo traiciona la memoria”, nos dijo, y recordó un dicho apropiado: “Aquel que no recuerde su pasado, está destinado a tropezar con la misma piedra”.
“Tenemos mucho que aprender de nuestros antiguos: ellos criaron las semillas que ahora cultivamos. ¿Cómo podemos reconstruir el puente y volver a conectarnos con nuestras raíces? Tenemos dos fuentes que nos pueden ayudar”, explicó: “Está la palabra de nuestros mayores. ¿Pero qué pasa si no podamos recordar todo lo que nos dicen? Entonces podemos acudir a nuestros libros. Usando el libro como una herramienta podemos tener escritos los recuerdos, los conocimientos, su sabiduría”.
“Esto no quiere decir que nos quedemos en la nostalgia”, aclaró Alfredo: “Los libros que recogen el conocimiento de los mayores no son libros para hacernos recordar cómo fue, sino para decirnos cómo debería ser”.
El bolo se endulzó como diciendo que también estaba de acuerdo.
Lynda Sullivan

1 comentario:

manuel wilder sarmiento saldaña dijo...

porque no le pomen todos los cuentos para contarles a muestros nietitos como es lo que ocurio todas las cosas en cajamarca y asi poder disfrutar un domingo entre familias por fabor para no olbidarnos de nuestros cuentos o relatos de nuestro antepasados