“La furia del agua golpea al Perú”, “La
naturaleza nos sigue azotando”, “Furia de la naturaleza continúa castigando”, “Los
embates de la naturaleza no tienen cuando parar”, “Naturaleza sin piedad”, “El
sufrimiento de los peruanos continuará porque la naturaleza sigue con su golpe
brutal que afecta a los que menos tienen”…
Así
rezan los titulares y proclaman los locutores sobre lo que viene ocurriendo en
el país.
Para
variar, un regidor ha afirmado incluso que “Los
desastres son un castigo divino por la ideología de género".
Es
terrible lo que está pasando en el país. Pero culpar a la naturaleza atribuyéndole
una perversa intencionalidad va más allá de caer en ridículo: es evadir la
responsabilidad humana y la de algunos humanos en particular.
Porque
aquí entran también en juego aspectos que van desde la corrupción hasta la
depredación, pasando por la imprevisión, la deforestación y el embasuramiento de las mentes y los
ambientes.
Algo
anda mal si nadie dice nada sobre el aumento del calentamiento global como consecuencia
de la contaminación atmosférica por la emisión de gases con efecto invernadero;
no se está diciendo nada sobre la remoción de miles de toneladas de piedra y
tierra por el extractivismo y la consecuente obstrucción de las vertientes. Y
ninguno de los propaganderos del progreso dice esta boca es mía por el
descompactado de los suelos y la ausencia clamorosa de políticas ambientales.
Por
esta presencia de El Niño nadie relaciona nada, tampoco, con los experimentos nucleares
que han venido dándose en el océano desde 1945, desde las Islas Aleutianas en
Alaska hasta el Atolón de Mururoa en la Polinesia francesa, pasando por
Montebello Islands en Australia... Y más.
Hace
solo un par de días, incluso, el Papa Francisco dirigió un mensaje a la Conferencia
de la ONU que negocia un instrumento jurídico vinculante sobre la prohibición
de las armas nucleares; el Papa cuestiona el “desperdicio de recursos” que “podrían,
en cambio, ser utilizados para prioridades significativas como la promoción de
la paz y el desarrollo integral”.
Hay
un grafiti que dice: “Las inundaciones no
se producen porque los ríos crecen, sino porque el país se hunde".
Decir
que todos somos culpables es como decir que nadie es responsable. O, peor aún,
es volver inimputable al delincuente poderoso.
Culpar
a la naturaleza de este desmadre es como decirnos a todos (y sobre todo a los
niños) que es a ella a quien hay que someter, reducir y dominar.
Los
damnificados demandan nuestra solidaridad y bregamos por ella, sabiendo que
hace mucho que estamos en emergencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario