(Cuento aparecido en “La peña del cura y otros cuentos”, el fascículo Nº 17 de nuestra Biblioteca Campesina)
No hace muchos años, dicen que un señor estaba sombreando al pie de una planta de naranja y se apareció una gallina con una tanda de pollitos que brillaban mucho y le quitaban la vista.
Él pensó dizque en no tocarlo ni espantarlo y dizque se perdieron por debajo de una piedra grande que era casa de gentil.
En el mismo lugar, un poquito al lado, hay una agüita naciente que en las lunas llenas y en las lunas verdes hace mucho ruido.
Cerca del agua hay una choza de unos vivientes y cada que faltaban salía una enorme serpiente por sobre de los montes.
Un día se va el papá de los niños a trabajar un rato y dice:
– Ahora lo voy a mirar ese animal si es verdá o mienten mis chicos.
Trabaja un poco y se va a mirar: no había nada. De rato en rato se iba a trabajar; cerca de las doce del día se va nuevamente y lo ve a la serpiente acercándose a la choza
– ¡Ahora sí lo mato! –dizque dijo el hombre y se fue sacando el machete a dale, cuando se resbaló dizque por sobre de las pencas bajada abajo.
Él se quedó asustado. Sus chicos dizque le dicen:
– Ya ve, papá: no hablamos mentiras.
Entonces el señor pensó y dijo:
– Éste es el demonio, quiere tentarlo a mis hijos.
Dicidió hacerlo bendecir. Se dirigió a la casa del catequista Raymundo Silva a suplicarle que vaya al lugar a bendecir ese sitio malo.
El catequista casi no le cree y le dice:
– Si tienes fe en mis oraciones, vamos.
Se van una mañana bien temprano, en ayunas, y el catequista hace la bendición con toda fe y sus riquisitos.
Al mes completo desaparece el agua, entonces dijo el dueño del terreno:
– ¡Malaya que traje al catequista y ahora no vamos a tener agua para tomar! Pero no importa, tal es que no fastidie el demonio a mis hijos.
Otra vez lo hace bendecir sus plantas de naranjas, medio dudoso, y resulta que ya estaban secándose las plantas. Piensa y dice:
– Yo creo que la madre de este terreno está por acá. Mejor voy a salir a otro lado a vivir.
Y salió a Pueblo Nuevo.
Contado por Clemente Vásquez López, de Cortegana, Celendín.
Recogido por Antonio Agustín Silva Goycochea, de Andamachay.
Él pensó dizque en no tocarlo ni espantarlo y dizque se perdieron por debajo de una piedra grande que era casa de gentil.
En el mismo lugar, un poquito al lado, hay una agüita naciente que en las lunas llenas y en las lunas verdes hace mucho ruido.
Cerca del agua hay una choza de unos vivientes y cada que faltaban salía una enorme serpiente por sobre de los montes.
Un día se va el papá de los niños a trabajar un rato y dice:
– Ahora lo voy a mirar ese animal si es verdá o mienten mis chicos.
Trabaja un poco y se va a mirar: no había nada. De rato en rato se iba a trabajar; cerca de las doce del día se va nuevamente y lo ve a la serpiente acercándose a la choza
– ¡Ahora sí lo mato! –dizque dijo el hombre y se fue sacando el machete a dale, cuando se resbaló dizque por sobre de las pencas bajada abajo.
Él se quedó asustado. Sus chicos dizque le dicen:
– Ya ve, papá: no hablamos mentiras.
Entonces el señor pensó y dijo:
– Éste es el demonio, quiere tentarlo a mis hijos.
Dicidió hacerlo bendecir. Se dirigió a la casa del catequista Raymundo Silva a suplicarle que vaya al lugar a bendecir ese sitio malo.
El catequista casi no le cree y le dice:
– Si tienes fe en mis oraciones, vamos.
Se van una mañana bien temprano, en ayunas, y el catequista hace la bendición con toda fe y sus riquisitos.
Al mes completo desaparece el agua, entonces dijo el dueño del terreno:
– ¡Malaya que traje al catequista y ahora no vamos a tener agua para tomar! Pero no importa, tal es que no fastidie el demonio a mis hijos.
Otra vez lo hace bendecir sus plantas de naranjas, medio dudoso, y resulta que ya estaban secándose las plantas. Piensa y dice:
– Yo creo que la madre de este terreno está por acá. Mejor voy a salir a otro lado a vivir.
Y salió a Pueblo Nuevo.
Contado por Clemente Vásquez López, de Cortegana, Celendín.
Recogido por Antonio Agustín Silva Goycochea, de Andamachay.
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