“Para el bautizo, los padrinos tienen que hacerle al ahijado sus pañales, su faja, su punta su gorra, su fajero, su chompita y otras ropas más. Si el padrino no le da una faja, dicen que cuando se muere sufre, Dios le hace padecer, no puede pasar el río Jordán, porque el ángel no tiene que botarle para que lo jale. Pero si los padrinos le han dado su faja, cuando se mueren, para que pasen del río Jordán, el ángel lo bota la faja y así pasan”.
Ignacia Lara Maluquish, de Luichocolpa.
La semana pasada, Bertila Tocas, una niña del Programa Comunitario de nuestra Red, nos dejó. Había nacido con parálisis cerebral infantil y su partida no ha sido fácil. Al final, una infección gastrointestinal la venció.
La última vez que visitamos a la familia, tratamos de insistir en que los hermanitos le ayuden con su terapia y sus ejercicios. Su hermana mayor nos dijo que iba a hacer lo posible para ayudar a su hermanita porque creía en sus avances. La quería mucho y se puso a llorar cuando nos contó que –hacía unos días– unos compañeros de la escuela se habían burlado diciendo: “Mi hermano sí es buen cholo; recién tiene un año y ya camina…¡y tu hermanita ya es grande y ni siquiera sabe andar!”
El cariño puede romper muros y el desánimo puede destrozar todo. La hermana y la familia no se dejaron: acompañados por Humberto Huamán, el Coordinador del Programa Comunitario a cargo del trabajo con Bertila, tomaron las riendas y fueron a la escuela para aclarar este asunto: “¡Aquí nadie es más ni menos, todos somos iguales!; ¿cómo sería si mañana a ustedes les naciera un hermanito así?”
Enfrentaron esta burla como un nuevo reto.
Vamos a extrañar a Bertila, la niña que no podía caminar pero nos enseñó a seguir tanto. En su vida ella fue, realmente, un angelito, y estamos seguros de que otro ángel le habrá alcanzado una faja para pasar el río del cielo. Que goce de esta otra vida que ahora le toca. Nosotros aquí no la olvidaremos.
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