(Un cuento de nuestro reciente libro “Diabluras de Cajabamba”)
Era un joven llamado Juan que vivía con su mamá y su papá. Su mamá lo dijo que se vaya a traer una vaca o un toro para que comamos, pero sólo había una ternera y tuvieron que matarlo a esa ternera.
La carne se iba perdiendo y el joven Perolero le dijo a su mamá que carne ya no hay y todo el ganado se está perdiendo.
El joven todos los días se iba a ver su ganado con su antara y su laciadera. De ver que su carne no había y que seguía perdiéndose, el joven dijo:
– Hoy no me voy a la jalca, voy a esconderme para coger al ladrón y ver quién lo lleva mi carne.
Se escondió y, cuando estaba oscureciendo, Juan dijo:
– Por allá viene el cojudo, viene a mi casa.
Juan Perolero lo pescó al individuo y ése era el sol.
Lo pescó, lo metió a un poto de chiclayo y lo puso a su cuyero. Se oscureció y toda la gente se fueron a su cama.
La gente de tanto dormir se aburrían.
Un patrón le dijo a su muchacho:
– Anda y lo preguntas al Juan Perolero tal vez lo ha visto al sol. Dile que a nosotros ya no nos viene el sueño.
Cuando le preguntaron, el joven Juan le dijo:
– A ese cojudo lo tengo encerrao en mi cuyero.
Entonces el muchacho regresó junto a su patrón y le dijo:
– Amito, dice el Juan Perolero que él lo ha ocultado al sol.
Entonces el patrón dijo:
– Díganle que lo vamos a dar un toro, pero por favor que lo largue al sol.
Contado por Roberto Chíquez Paredes, 61 años de edad
Recogido por Erica García Chíquez, 12 años de edad
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