julio 14, 2010

Conferencia en la UNC

Para el día 30 de junio, nuestro compañero y asesor Alfredo Mires Ortiz fue invitado a dar una conferencia en la Universidad Nacional de Cajamarca con ocasión de celebrarse el 37 aniversario de la Facultad de Ciencias Sociales.

Estos son algunos fragmentos de la conferencia que dio en relación al tema de interculturalidad y turismo:

Si en este momento digo: “My brother: en el time del break voy a mandarle un mail con comics a esa baby porque ella es fashion y hace aerobics, tiene scooter y buen look, y como yo soy vip aunque un poco heavy, voy a invitarle al shopping center o sino para hacer footing o ir de full camping llevando popcorn, o pedimos algo al delivery, please, porque ella tiene feeling y quisiera empezar un bussines… Así me enseñó mi Miss, ¿Ok?, sorry, bye, bye”…

Seguramente todos entenderíamos lo que he dicho.

Pero si dijera simplemente: “A la hora del intermedio vamos a mashaquear porque estamos puñuysas”… muy pocos van a entenderme –o alguien podría decir “¡What!”– aunque así hablamos más del 80% de la población cajamarquina que, como sabemos, vive en el campo.

Esto ocurre, en gran medida, porque el paradigma de lo turístico es extranjero y –más específicamente– angloparlante, de manera que nos circunscribimos a coordenadas imperiales. Por eso resulta normal encontrar en cualquier restaurant un desayuno americano, pero jamás un refrigerio africano, ni por asomo una tortilla guatemalteca… y sería un milagro si encontráramos con la misma facilidad una chicha cajamarquina.

Nos desenvolvemos, pues, en una historia plagada de prepotencias invasivas y entusiasta compulsión de los olvidos, en un circuito de alienaciones bienvenidas y entreguismos sin censura, de modo que es imperativo ver cuál es el rol que tenemos en esta pugna de supresiones y persistencias.

Si en estos momentos fuéramos a una biblioteca a buscar información sobre la Grecia de hace 2,500 años o sobre Fenicia de hace 3,000 –civilizaciones desarrolladas además a miles de kilómetros de nosotros– vamos a encontrar tomos y tomos al respecto.

Resultaría raro que alguien no conozca al dios Poseidón, a Zeus o a Hércules. Pero nos pondríamos en aprietos si se tratara de hablar de Pariacaqa, Ata’uqu, Cuniraya o Apullaiqui, deidades de nuestro propio entorno y en algunos casos aún vigentes.

El desconocimiento del rostro propio nos convierte en tributarios del colonialismo instándonos a olvidar lo que somos y permitir el decomiso de la memoria y la instauración de la ignominia, pues si no sabemos de qué tradición venimos tampoco sabremos con qué raíces queremos construir la fronda de nuestros mañanas.

¿Cuáles son las condiciones que subyacen a la posibilidad del desarrollo turístico desde postulados interculturales?

Hace 60 años, el arqueólogo francés Henry Reichlen decía que «En general, los restos arqueológicos de Cajamarca, si bien muy numerosos, pecan de poco espectaculares y esto explica suficientemente la falta de interés de parte de los arqueólogos y de las instituciones científicas».

Esto resulta muy decidor, porque habría de preguntarnos cuáles son los criterios con que se mide la monumentalidad, si la búsqueda de lo sensacional es el propósito de la promoción turística y si las raíces esenciales de nuestra cultura sólo pueden ser medidas sobre la base de la apoteosis.

¿Qué visiones son subyacentes en la práctica del hecho turístico, a más de ser fomentadas por las campañas publicitarias y la industria turística? Las “minorías culturales” suelen constituir un “producto exótico susceptible de llevar regocijo a los ojos del turista”. El receptor se percibe como un objeto de consumo y su cultura en mercancía.

El riesgo es siempre que el turista no sólo sea consumidor de lo que se produce sino también, precisamente, productor de lo que consume.


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