Algunos
amigos nos pidieron hace unos días explicar nuevamente el organigrama de
nuestra Red, preguntándose por qué no era como los convencionales, con
cuadritos jerárquicos que se van desprendiendo de arriba hacia abajo.
Tener
esos esquemas significaría ser incongruentes con el espíritu comunitario.
En
tanto estamos organizados basándonos en las tradiciones comunitarias de nuestra
cultura, el punto de partida y de llegada es la comunidad.
Nuestras
bibliotecas rurales funcionan en la casa del bibliotecario o bibliotecaria,
elegidos en asamblea de su lugar, y son atendidas por toda la familia.
De
estos bibliotecarios, uno es coordinador de un conjunto de
bibliotecas-comunidades que forman, geográficamente, un sector.
Para
facilitar los canjes de libros y compartir los saberes, un conjunto de sectores
forman a la vez una zona y, en la medida de lo posible, están coordinadas por
un comunero que es a la vez responsable de una biblioteca y un sector.
De
esta comunidad de coordinadores hay un grupo que forma el Consejo Permanente de
Coordinación, quienes junto con el Equipo Central de la sede, proponen al
Comité Central de Coordinación que es ratificado por la Asamblea General.
Todos
somos voluntarios y nadie manda a nadie porque tomamos las decisiones por
consenso.
A
algunos de los amigos que nos preguntaron, esta parte les resultaba difícil: “Es muy complicado tomar decisiones por
consenso”, nos dijeron.
Pero
la verdad es que resulta lo más fácil cuando el sentido y el objetivo, el sueño
y el camino, el pasado y el mañana, la convicción y la fuerza, son comunales.
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