Anduvimos visitando la comunidad de
Chuco, con nuestro querido compañero Pascual Sánchez, uno de nuestros más
antiguos y queridos bibliotecarios. Pascual recuerda cuando solía caminar más
de 12 horas para visitar una de las bibliotecas rurales a su cargo, en la
comunidad de El Chorro, caminando por las montañas y los valles, llevando su
alforja llena de libros.
Pascual ha pasado este amor a su
hijo Manuel –que ha tomado el relevo de su padre como coordinador de las
bibliotecas–, y a su nieta Sonia, quien hizo su aparición entrañable hace 4
años en la película Libros y Nubes
sobre Bibliotecas Rurales.
Nuestra siguiente parada fue en la
comunidad de San Isidro, con nuestro compañero Antonio Vilchez.
Por la noche se reunió la familia y
la comunidad a participar en el All'pata Paguikun, la Ofrenda a la Tierra.
Agradecemos a la tierra, los cerros y los difuntos, usando la bendita hoja de
coca, el azúcar y el aguardiente. Recordamos todo lo que la tierra nos ofrece,
con que nos sostiene, y a través de esta ofrenda la mostramos nuestro respeto y
gratitud. Después del paguito formamos un círculo de lectura, turnándonos, jóvenes
y mayores, hombres y mujeres, para leer cuentos de nuestro libro “El domador de
cuentos”.
Al día siguiente nos encontramos con
varios de los bibliotecarios que coordinan con Antonio. Don Agustín, de la
comunidad de Camish, viajó 4 horas a pie para estar allí. Los bibliotecarios
hablaron de cómo entre ellos se animan a leer, compartiendo y recomendando
libros, ayudándose unos a otros como lectores, en la misma manera que se ayudan
como agricultores.
En el camino a Cajabamba paramos a
visitar a don Fausto Salirrosas, bibliotecario de la comunidad de Huamaní. Hay 22
Bibliotecas Rurales que coordina Antonio. Un portento de voluntariado.
El libro une e inspira desde la cima
de la montaña hasta el fondo del valle, especialmente cuando sus hojas llevan
la sabiduría de nuestros mayores e iluminan el camino para nuestros hijos.
1 comentario:
Muchas son las riquezas intangibles que pueden dejar los padres a sus hijos y sin duda son de un valor mayor que las materiales. Y entre los regalos paternos uno de los más extraordinarios y valiosos es el amor por los libros y lectura. Por eso, la familia de Pascual, la de Antonio, la de Agustín y la de Fausto tienen que estarles eternamente agradecidas por haberles ofrecido no solo el presente de la palabra regalada amorosamente sino también por darles de leer y sembrar en ellas la pasión por la lectura. Eso sí, unos y otros, bibliotecarios y familias, individuos y comunidades, deben asumir su compromiso no solo con quienes les rodean sino también con las generaciones futuras; para ello deben poner todo su empeño en que la red de Bibliotecas Rurales se inyecte en la vena de todos y acompañe a los genes en la herencia de nuestros comuneros campesinos.
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