“El cerro Colladar anuncia lluvias: el
apu se ha puesto gorro”,
indicó Alfredo. Son las señales que la naturaleza plena —por los caminos hacia
Contumazá— nos mostraba. Podríamos decir que esta provincia además de ser “Tierra
de intelectuales y buen trigo”, como anuncia un enorme cartel a la entrada del
pueblo, es tierra de bibliotecarios y comuneros, pues, el movimiento de libros,
lecturas y conversas animan diariamente a las familias contumacinas. Y los
encuentros tuvieron corazón y sentimiento.
Con
la familia de Ramiro Yglesias, coordinador de la zona, doña Isabel, su hijo
Javier y la grata compañía de Roque Florián, veterano coordinador del sector La
Cocha, aprendimos el significado de la palabra Comunidad, cómo funciona esta
manera de tenencia de la tierra, las dificultades y las estrategias de
organización.
Con
Andrés Léon, otro de los bibliotecarios veteranos de la Red, tuvimos una
entrevista para rememorar los inicios, sus recuerdos del padre Juan Medcalf y
de Alfredo Mires (“Cuando él estaba
chibolito”, nos dijo).
Con
Marcos Florián, bibliotecario de Taya El Colal, también tuvimos un memorable
encuentro. Él, con entusiasmo mostraba, su cuaderno de rescate pleno de letras,
recuerdos, sabiduría y sencillez; las palabras, los dibujos, el conocimiento
campesino puesto a disposición para ser publicado, para compartir y avivar las
voces nuestras.
Contumazá
es realmente una provincia de comuneros inmensos; ellos, con los libros, las
lecturas y las escrituras de sus propias tradiciones, han hecho de la Red de
Bibliotecas Rurales una experiencia ejemplar para toda esta familia.
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