En los últimos meses hemos realizado varios viajes
al campo en el marco del trabajo del Programa Comunitario. Primero fuimos a San
Marcos, luego a Chota y nuestra última salida fue a Bambamarca.
Siempre es una alegría encontrarnos con los niños;
siempre nos reciben con una sonrisa y un abrazo: ver su alegría y sus avances
nos alientan y nos motivan.
El interés de las familias y el empeño para sacar
adelante a sus hijos es un enorme estímulo para nosotros; igual son los
momentos compartidos durante las sesiones de terapia que realizamos o las
conversaciones mientras compartimos la mesa.
Aquí algunas experiencias que hemos vivido en estas
últimas salidas.
* Dimos
un curso de capacitación sobre estimulación basal en el Centro de Educación
Especial de San Marcos. Ahí conocimos un niño con parálisis cerebral infantil y
su mamá. La madre quedó muy entusiasmada con el acompañar de nuestra
coordinadora Silvia Pajares y ahora se están buscando con mucho ánimo para continuar
con esta ateción. Este interés perseverante muestra también el valor de lo que
hacemos.
* En
Chota nos quedamos impresionados por tantos niños con los que está trabajando
nuestro coordinador Sergio Díaz desde inicios de año. Todos estos niños –recién
incorporados al Programa– tienen discapacidad múltiple. Es un gran reto para
Sergio sobre todo porque, hasta ahora, atendía a niños con menos dificultades.
Cuando le preguntamos al respecto, nos dijo:
– Sí, es verdad, es más difícil trabajar con estos
niños, pero también me da mucha más realización.
Saludamos
muy de veras esta actitud y este empeño.
* En
Bambamarca hemos encontrado a nuestro amigo José Isaí, quien nació con una sola
pierna completa. Con la ayuda de nuestra coordinadora Nanci Huamán, en la misma
comunidad encontraron a un carpintero y a un señor con muchos conocimientos en
aparatos ortopédicos: juntos hicieron una prótesis para José Isaí.
* Belvin
Franco es atendido por nuestro coordinador Humberto Huamán. En sólo un año,
este niño con parálisis cerebral severa aprendió a caminar. La alegría y
satisfacción de la familia –y de nosotros, obviamente– fue inmensa al verlo
andar.
Y así, andando, aprendemos y crecemos juntos.
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