octubre 06, 2018

Noticias por la vida de los Andes

Del mundo occidental y las muchas regiones colonizadas por este sistema, llegan voces que hablan de los llamados “territorios de sacrifico” o espacios convertidos en depósitos de residuos contaminantes en lugares donde habitan pueblos ancestrales –que por estar retirados de los barrios y sectores poderosos y por tener una histórica desprotección por las leyes y el estado–, son víctimas del envenenamiento del agua, la tierra, los cultivos y la atmósfera. Noticias cargadas de hollín urbano, acumulación de basuras, especies extintas, árboles talados, frutos y alimentos malogrados por las lluvias ácidas, derrames de petróleo, fumigación con glifosato, plagas, sequía; por la inconsciencia y la codicia de los poderosos, por la desidia y la ceguera de los pueblos…
Estamos claros de que occidente llega hasta el mundo andino de muchas maneras: empresas extractivas y muchas otras que contaminan el agua, matan la vida y el vigor de las tierras y de sus habitantes. También, por la extensión (vía sistema educativo, medios masivos de comunicación y redes sociales, entre otros) de un modo de vida hecho de maraña modernizante: depredadora de la tierra, explotadora y portadora del exterminio histórico de la conexión con la naturaleza.
Por fortuna el mundo andino aún tiene muchas lecciones planetarias que dar pues:
En el campo cajamarquino persisten construcciones equilibradas con la naturaleza que utilizan materiales propios de la región, acordes con las condiciones ambientales y climáticas.
Muchas de nuestras comunidades criadoras de los Andes, no entran en el devastador círculo del consumismo: comprar, usar, botar.
No usan bolsas plásticas pues tienen sus alforjas, pullos, quipes y guayacas.
En sus chacras cultivan y hermanan las plantitas que son el alimento diario en sus mesas.
Perviven los ollucos, las ocas, el camote, el maíz, la papa, la cebada, la quinua, la kiwicha, las habas, entre muchos otros alimentos andinos.
Crían sus animalitos.
Cuidan y veneran sus puquios (ojos de agua)
Reverencian y leen sus montañas sagradas.
Los Andes suramericanos saben de la vida y la alegría que tiene el mundo agrícola, sencillo y potente, capaz de decir y de anunciar que hay muchos caminos para andar y desandar; que siempre la solidaridad nos da más, que estar juntos será mejor que aclamar la individualidad, que la premisa es cuidar nuestra tierra, vivir en comunión y en conexión con todos los seres que habitan todos los mundos.
Nathalia Quintero

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