octubre 31, 2019

Vivir sin burbujas

Llegué al Ecuador hace poco, por razones de estudios.
Justo a punto de llegar a la frontera, el personal del bus nos avisó que debido al paro que se había iniciado allá, era posible que no llegáramos a nuestro destino. Logré sin embargo llegar a Quito y, allí, un inesperado golpe de realidad cambió mi percepción sobre el continente y su gente.
En Ecuador, hace poco se había aprobado un decreto que multiplicaba el costo de los combustibles y, por lo tanto, el costo de vida se había duplicado. Un amigo me contó que, por ejemplo, su padre –que trabaja en la distribución de víveres en la ciudad– usaba un estimado de $10 para cubrir una jornada completa de trabajo; a consecuencia de ese decreto, el señor invertía ahora cerca de $26 diarios.
En los días siguientes la lucha se agravó con la inserción de las organizaciones indígenas y el despliegue de las fuerzas estatales a lo largo y ancho del país.
Dentro de las universidades –para gran y grata sorpresa mía–, se organizaron brigadas de ayuda para los compañeros que día con día defendían la soberanía de su pueblo.
Sería no solo loable sino también necesario que, en el Perú, los grandes centros de estudios se convirtieran en un referente para el cambio en tiempos similares, que en mi patria no faltan. Porque está muy bien propiciar la investigación y el cultivo del intelecto, pero esta labor debe estar siempre acompañada de actividades por la solidaridad y el bien social. Problemas en nuestro continente nunca faltan, por lo que no podemos ser indiferentes a situaciones como esta, sobre todo si son directa o indirectamente el motor del desarrollo de nuestros conocimientos. Dejar de vivir en una burbuja y empezar a palpar la realidad, bajándonos de los absurdos pedestales impuestos por la sociedad.
Rumi Mires, octubre 2019

1 comentario:

kepa osoro iturbe dijo...

Enhorabuena, Rumi, por esta reflexión tan lúcida que nos ofreces. Ya va siendo hora –allá en el Perú, sí, pero también en España- de que las universidades se conviertan en algo más que cadáveres obsoletos, corruptos y alienantes de los estudiantes que transitan por ellas.

Más de una vez he dicho y escrito acá, en los foros de las facultades de formación del profesorado, que habría que "quemar" metafóricamente todos esos centros -con la mayoría de los profesores dentro- que lejos de promover el cambio, favorecer la transformación, empoderar a los futuros maestros y contagiarles la pasión por la enseñanza (y, por extensión, por los niños y jóvenes), se dedican a transmitir teorías obsoletas e irreales y a engordar su propia hoja de vida con investigaciones y artículos inútiles e innecesariamente incomprensibles.

Solo cuando la escuela y la universidad encabecen el proceso de transformación social, será posible que nuestras comunidades progresen, se reconozcan y cohesionen.