Hace un tiempo, en uno de
tantos talleres con jóvenes, niños, profesores y estudiantes que realiza
nuestro compañero Alfredo Mires, expresaba los siguiente:
“— ¿Alguno de ustedes sabía que hoy iba a llover?
¿Había alguna señal?
— Estaba nublado.
— ¿Qué otra señal había?
— Las nubes estaban grises.
— ¿Qué otras señales había? ¿Hay algún cerro que
avisa? ¿Quién sabe eso, qué cerro avisa? ¿Cuál de los cerros: el Huasmín o el
Qayaqpuma?
— El Huasmín.
— ¿Qué hace el Huasmín para avisar que va a llover?
— Baja la nube.
— ¡Aquí tenemos un lector, un lector extraordinario!
Porque el primer paso para volverse un ignorante es no saber leer la
naturaleza. Un lector que sabe que cuando la nube baja y se asienta en el cerro
―se pone gorro, decimos―, va a llover. Está leyendo la naturaleza.
Un buen
lector de libros no puede serlo si no lee la naturaleza.
Si salimos fuera
y vemos basura y no nos damos cuenta que estamos viviendo entre basura, y no
hacemos nada frente a ese problema, significa que no estamos leyendo la
naturaleza.
Si vemos un
compañerito triste, pálido, apesadumbrado, y no nos damos cuenta, significa que
no estamos leyendo, leyendo-le; está enfermo, le ha pasado algo.
Eso es
leer.
La lectura
es la percepción de la realidad: ese es el primer paso para ser un lector. Si
alguien se elogia de leer libros, pero no sabe leer la naturaleza, no es un
buen lector.
La lectura
comienza con la lectura de la realidad. Esto hay que entenderlo bien”.
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