El pasado 16 de octubre, partimos de Cajamarca Rita, Nathalia y yo, camino al centro poblado de Chuco, en la provincia de San Marcos.
Por caminos de tierra nos adentramos en estos coloridos paisajes llenos de vida. Tras tomar varios atajos y preguntar a varios paisanos, finalmente arribamos a la casa de uno de los bibliotecarios más antiguos de la Red, el Sr. Pascual Sánchez Montoya. La primera impresión que nos regaló fue un semblante amoroso y calmado, su mirada amable; nos recibió además con un gran abrazo, estaba muy contento de vernos.
Nos contó como en los años 70 pasaban momentos social y políticamente convulsionados, sobre todo para el viviente del campo. En el 69 se decretó la reforma agraria que modificó las relaciones campo ciudad. También se crearon las rondas en Bambamarca y el Padre Juan Metcalf iba formando las primeras bibliotecas rurales. La proyección social de la Teología de la Liberación buscaba que la iglesia católica, al menos en esa facción, integrara de forma más activa a los campesinos en la vida social y así fue creciendo el proyecto de Bibliotecas Rurales.
En este contexto, Don Pascual, aún un joven catequista, se integra como bibliotecario de la zona de San Marcos y es también en esos tiempos que se gesta una gran amistad profesional y de respeto con Alfredo Mires de quien aprendió varias claves fundacionales de bibliotecas o de la vida, nos dice: “no hay que discriminar a nadie, ni por ideas políticas o religiosas” que todos son bienvenidos donde haya un libro que compartir, también nos narra: “aprendí a no ser fanático de nada, pero solo estar; hay que estar apasionado por lo social, ahí si no hay tregua, nada de corrupción o tratar con hipócritas” y que a pesar de eso “ siempre hay amor para todos” que todos tienen derecho a enderezar sus caminos.
También nos cuenta con mucha emoción el amor que siempre tuvo por los libros. Dice que en su niñez era muy difícil tener acceso a un libro, que el papel era muy escaso y caro y que su amor por la lectura hacía que, en vez de comprar ropa o golosinas con su mesada, aprovechaba para comprar algo para leer. Y dice con brillo en su mirada, que hasta los almanaques Bristol eran un preciado tesoro.
Don Pascual ha perdido la audición y parte de la vista, siente la dificultad de adaptarse a estas limitaciones y que en definitiva no ha sido ni es sencillo; teje recuerdos de su vida y lecturas como una sola, y aunque le duele y entristece muchas las partidas y el desapego, se regocija en la lectura, ve el mundo a través de ella y abraza la esperanza y parabienes venideros.
Jorge Camacho
Por caminos de tierra nos adentramos en estos coloridos paisajes llenos de vida. Tras tomar varios atajos y preguntar a varios paisanos, finalmente arribamos a la casa de uno de los bibliotecarios más antiguos de la Red, el Sr. Pascual Sánchez Montoya. La primera impresión que nos regaló fue un semblante amoroso y calmado, su mirada amable; nos recibió además con un gran abrazo, estaba muy contento de vernos.
Nos contó como en los años 70 pasaban momentos social y políticamente convulsionados, sobre todo para el viviente del campo. En el 69 se decretó la reforma agraria que modificó las relaciones campo ciudad. También se crearon las rondas en Bambamarca y el Padre Juan Metcalf iba formando las primeras bibliotecas rurales. La proyección social de la Teología de la Liberación buscaba que la iglesia católica, al menos en esa facción, integrara de forma más activa a los campesinos en la vida social y así fue creciendo el proyecto de Bibliotecas Rurales.
En este contexto, Don Pascual, aún un joven catequista, se integra como bibliotecario de la zona de San Marcos y es también en esos tiempos que se gesta una gran amistad profesional y de respeto con Alfredo Mires de quien aprendió varias claves fundacionales de bibliotecas o de la vida, nos dice: “no hay que discriminar a nadie, ni por ideas políticas o religiosas” que todos son bienvenidos donde haya un libro que compartir, también nos narra: “aprendí a no ser fanático de nada, pero solo estar; hay que estar apasionado por lo social, ahí si no hay tregua, nada de corrupción o tratar con hipócritas” y que a pesar de eso “ siempre hay amor para todos” que todos tienen derecho a enderezar sus caminos.
También nos cuenta con mucha emoción el amor que siempre tuvo por los libros. Dice que en su niñez era muy difícil tener acceso a un libro, que el papel era muy escaso y caro y que su amor por la lectura hacía que, en vez de comprar ropa o golosinas con su mesada, aprovechaba para comprar algo para leer. Y dice con brillo en su mirada, que hasta los almanaques Bristol eran un preciado tesoro.
Don Pascual ha perdido la audición y parte de la vista, siente la dificultad de adaptarse a estas limitaciones y que en definitiva no ha sido ni es sencillo; teje recuerdos de su vida y lecturas como una sola, y aunque le duele y entristece muchas las partidas y el desapego, se regocija en la lectura, ve el mundo a través de ella y abraza la esperanza y parabienes venideros.
Jorge Camacho
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