Es inevitable pensar en Alfredo, ahora que se ha cumplido un año, desde que comenzó un nuevo andar por mundos desconocidos, cuando lo evoco siempre se me dibuja un caminante, una montaña y una sonrisa, creo sinceramente que, no hay otra manera de recordarlo.
Muchas veces compartimos un buen café, conversábamos de la vida, de los libros, pero sobre todo hablábamos de la permanencia de la chacra y del campesino, a través de su voz, pude redescubrir las raíces olvidadas, aquel “Ayllu” del que me hablaba, que todo dice, y que todo vive.
Con Alfredo planeamos algunos viajes e incursiones a la montaña para dejarles nuestros respetos, solo pudimos subir al majestuoso “Qayaqpuma” pero para mí significo una enseñanza eterna y es que, quitando todas formas de Alfredo que conocí, esencialmente era un maestro de corazón y del corazón, siempre recuerdo aquella vez que me dijo que: “Todo va estar bien” y en verdad fue así, esta es mejor lección de vida que me dejo, con todos sus significado y significantes.
Finalmente comparto en estas líneas, algo de verdad mágico a mi sentir, desde que Alfredo comenzó este nuevo andar, he tenido algunos encuentros o como bien decía Alfredo algunos “Tinku”: primero conociendo a su cálida familia, después a sus entrañables amigos, mágicas bibliotecas, fieles bibliotecarios e imponentes lugares.
Tal es el destino o talvez la ensoñación del Ñaupa que, en cada encuentro, según mis sentires, se encuentra eternizado algún fragmento de mi querido Alfredo.
Mauricio Pérez
Muchas veces compartimos un buen café, conversábamos de la vida, de los libros, pero sobre todo hablábamos de la permanencia de la chacra y del campesino, a través de su voz, pude redescubrir las raíces olvidadas, aquel “Ayllu” del que me hablaba, que todo dice, y que todo vive.
Con Alfredo planeamos algunos viajes e incursiones a la montaña para dejarles nuestros respetos, solo pudimos subir al majestuoso “Qayaqpuma” pero para mí significo una enseñanza eterna y es que, quitando todas formas de Alfredo que conocí, esencialmente era un maestro de corazón y del corazón, siempre recuerdo aquella vez que me dijo que: “Todo va estar bien” y en verdad fue así, esta es mejor lección de vida que me dejo, con todos sus significado y significantes.
Finalmente comparto en estas líneas, algo de verdad mágico a mi sentir, desde que Alfredo comenzó este nuevo andar, he tenido algunos encuentros o como bien decía Alfredo algunos “Tinku”: primero conociendo a su cálida familia, después a sus entrañables amigos, mágicas bibliotecas, fieles bibliotecarios e imponentes lugares.
Tal es el destino o talvez la ensoñación del Ñaupa que, en cada encuentro, según mis sentires, se encuentra eternizado algún fragmento de mi querido Alfredo.
Mauricio Pérez
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