Cuando escuchamos el nombre de este Apu esplendoroso, nos viene a la mente la imagen de Alfredo Mires: tomando fotos, haciendo calcos, contemplando las arañitas, las plantitas que allí habitan. Todo a pulso, con su libreta de campo, su lápiz y su cámara fotográfica. Escasos recursos para tan grandes propósitos. Y es que él era así: austero y solidario.
Hace 23 años, en el 2001, se publicó, desde la Red de Bibliotecas Rurales, el Tomo I de la colección Qayaqpuma (así, bien escrito), aclarando que esta publicación de logró después de varias décadas de dedicado estudio de Alfredo y en un esfuerzo orgánico y comunitario de afirmación cultural, como se señala en las solapas de cada uno de los cuatro tomos que conforman esta colección.
Fruto de este arduo trabajo, contamos hoy con estas publicaciones que registran miles de imágenes que son utilizadas por artesanos, tejedoras, pintores, entre otros artistas de muchos lugares. Muchos de ellos, reconocen y agradecen el legado de Alfredo.
“Hoy anduve por el sector de los andenes y tuve que desviarme mil y una veces de los senderos: las arañas tenían sus telas tejidas por todos lados”. Resaltamos este texto de Alfredo, publicado en el tomo III de la misma colección, para mostrar de manera sencilla el profundo respeto con que él recorría el Apu sagrado. Y no solo cuidaba lo que encontraba a su paso, sino que, incluso antes de empezar sus andares, pedía permiso haciendo su paguito para adentrarse tranquilo en la montaña. Y, al retirarse, le daba gracias por haberle permitido sus hallazgos.
Ahora que el Apu Qayaqpuma está en noticieros internacionales y ha despertado tanta curiosidad, esperamos, al menos, se tenga en cuenta el legado de Alfredo Mires y la manera como él defendió y protegió esta montaña sagrada de la que, los más antiguos de nuestros antepasados, fueron los auténticos dueños.
Hace 23 años, en el 2001, se publicó, desde la Red de Bibliotecas Rurales, el Tomo I de la colección Qayaqpuma (así, bien escrito), aclarando que esta publicación de logró después de varias décadas de dedicado estudio de Alfredo y en un esfuerzo orgánico y comunitario de afirmación cultural, como se señala en las solapas de cada uno de los cuatro tomos que conforman esta colección.
Fruto de este arduo trabajo, contamos hoy con estas publicaciones que registran miles de imágenes que son utilizadas por artesanos, tejedoras, pintores, entre otros artistas de muchos lugares. Muchos de ellos, reconocen y agradecen el legado de Alfredo.
“Hoy anduve por el sector de los andenes y tuve que desviarme mil y una veces de los senderos: las arañas tenían sus telas tejidas por todos lados”. Resaltamos este texto de Alfredo, publicado en el tomo III de la misma colección, para mostrar de manera sencilla el profundo respeto con que él recorría el Apu sagrado. Y no solo cuidaba lo que encontraba a su paso, sino que, incluso antes de empezar sus andares, pedía permiso haciendo su paguito para adentrarse tranquilo en la montaña. Y, al retirarse, le daba gracias por haberle permitido sus hallazgos.
Ahora que el Apu Qayaqpuma está en noticieros internacionales y ha despertado tanta curiosidad, esperamos, al menos, se tenga en cuenta el legado de Alfredo Mires y la manera como él defendió y protegió esta montaña sagrada de la que, los más antiguos de nuestros antepasados, fueron los auténticos dueños.
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