marzo 31, 2010

Despertar en los andes

“La Red de 500 bibliotecarios rurales estaba celebrando 25 años de actividad y yo, como su fundador largamente ausente, había sido invitado a 3 días (y noches) de celebración conjunta a casi 3,000 metros sobre el nivel del mar. La experiencia fue un despertar a realidades que yo escasamente imaginé como un joven e inexperto misionero.
Mi primera insinuación de profundo cambio fue en la noche de apertura. Los saludos inaugurales fueron dados no en español, el idioma impuesto a los nativos por cerca de 500 años, sino en la antigua lengua quechua de la civilización Inca, supuestamente condenada a la extinción con el asesinato del Inca Atahualpa en 1533.
Escuchamos testimonios de bibliotecarios voluntarios envueltos en ponchos de lana; algunos de estos hombres y mujeres habían caminado 12 horas o más por los cerros para asistir a las celebraciones:
"La mayoría de nuestros campesinos son analfabetos. Los libros deben ser leídos en voz alta para el beneficio de todos… Los libros más populares son aquellos que hemos escrito nosotros mismos, sobre nuestras plantas, nuestras medicinas, nuestras leyendas, nuestra forma de vida, nuestras creencias…”
Y todo el tiempo una bolsa de lana circulaba de mano en mano, con un suave crujido de hojas secas de coca, reverentemente manipuladas, humedecidas por la saliva en una “pelota de golf” verde y generosamente masticada.
Después de un almuerzo de queso y maíz, subimos al cerro ahora bautizado con el nombre de Santa Apolonia. Hicimos frente al sol poniente. Un poncho fue extendido sobre la tierra. Dos músicos traspasaron el silencio del cerro con sus ‘clarines’ de 5 metros de largo, entonces alguien oró directamente al Apu o espíritu del cerro para pedir permiso para el culto en aquellas alturas sagradas. Las ofrendas fueron colocadas sobre el poncho: pan, maíz, aguardiente, libros de las bibliotecas, y hojas de coca. El aguardiente y la coca fueron compartidos con la Pacha Mama (Madre Tierra) siendo esparcidos con una oración vocal respondida por todos con la palabra quechua All’ill’am (‘es bueno’).
No hubo guitarras, ni cantos con aplausos, ni señales de paz, sólo un sitio reverentemente profundo que incluyó mucho silencio, una oración espontánea ocasional, y una comunión con los frutos de la tierra. La música de los ‘clarines’ acompañó la puesta de sol. La fecha era 16 de noviembre, fecha exacta del aniversario de la cruel captura del Inca Atahualpa en la plaza de la ciudad, varios cientos de metros bajo nosotros.
Esa noche, por muchas horas, saboreé las delicias dulce-amargas de las sagradas hojas de coca al lado de varios cientos de hombres y mujeres de lejanas comunidades andinas. Nos sentamos en círculo, entretejiendo presente, pasado y futuro en una tela de realismo. Aquí todos entienden conceptos tales como la globalización de la economía y el control comercial de los medios. Aquí las respuestas están llenas de una esperanza que sólo puede nacer del sufrimiento”.

--------------------------

Extractos de testimonio del R.P. Juan Medcalf, aparecido en The Month: A review of Christian Thought and World Affairs, Londres, Febrero de 1998, p. 67-69.

No hay comentarios: