junio 16, 2012

¡Está vivo!



El mishawarwar o floripondio misha (brugmansia arbórea) cuida la casa y florea todo el año. En la tradición campesina de Cajamarca, un árbol de mishawarwar es centinela: empieza a silbar o simula una conversación para dar la impresión que hay alguien en la casa.
Algunos maestros grandes (“brujos”) saben de los remedios grandes que se preparan con las hojas y con las flores; y en muchos otros pueblos –tanto de las sierras como del Amazonas– esta plantita forma una parte importante de la cosmovisión y las prácticas “shamánicas”.
Hace ya muchos años, nuestro compañero Alfredo trajo semillas de mishawarwar de un árbol apu de la comunidad de Cutaxi; de esas cuantitas semillas fuimos haciendo la cría y sembramos tres plantas en la sede de nuestra Red.
Este año, el árbol guardián ya había alcanzado más de cinco metros cuando empezó a morirse: una enredadera de poroporo y otra de granadilla –al parecer– lo habían ahogado sin que nos percatáramos.
Con mucho pesar, en el mes de febrero tuvimos que cortar el árbol ya completamente seco, aunque por terca esperanza dejamos el tocón.
Pero las plantas, como toda la tierra, nos educan, nos aleccionan. Nos dicen que nunca hay que dar nada por sentado y que nunca todo está acabado. Que la vida es una bronca prodigiosa…
Hace unos días, el sequísimo tocón empezó a llenarse de brotes verdes. Y desde las incontenibles raíces, un brote vigoroso ha roto un bloque de cemento para brotar.
Gracias, Maestro mishawarwar: entendemos que la lucha por la vida es incesante. Y más.


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