Hace
ya algún tiempo, la señora Gladys Mena con un grupo de amigas llegaron a la
casa de Bibliotecas Rurales para escuchar leer a sus pequeños Co-Libris; allí
se enteraron de la labor de nuestros bibliotecarios y entonces nos preguntaron
si podían compartir de su ropa y su afecto con nosotros, como familias.
En
muchas de nuestras comunidades, como se sabe y aunque las cifras
macroeconómicas celebran el crecimiento de sus índices, nada agobia tanto como
la falta de solidaridad, de medicina o de abrigo.
Nuestros
mayores en el campo nos enseñan siempre a dar sin pedir nada a cambio, y nos
dicen también que todo lo que das regresa multiplicado, o que tu mano izquierda
no se entere de lo que hace tu mano derecha; crecemos gozando de la sabiduría
de nuestros abuelos y es así como todavía –a pesar de la pobreza económica–
prevalece la voluntad, la capacidad de acompañar al prójimo. Y nuestros
bibliotecarios comuneros involucran a toda la familia para atender a los
lectores sin medir esfuerzos, sin tener en cuenta tiempos ni horarios y mucho
menos esperar retribución económica.
Estas
madres también acompañan con su generosidad estos esfuerzos. Para ellas nuestro
reconocimiento.
1 comentario:
Esa es una de las cosas que más admiro en todos vosotros, queridos amigos: que dais sin pedir nada a cambio; que compartís incluso cuando lo que tengáis sea `la sombra de un suspiro´. Y es que en vosotros se hace real el dicho que habla de que quien entrega al otro es cada vez un poco más rico; no, no estamos hablando de plata ni de poder ni de cosas materiales; estoy hablando de la infinita felicidad que sentimos al compartir con el otro y el inmenso regalo que nos otorga él al expresarnos su cariño y su gratitud.
¡Qué ejemplares son en eso las madresy mujeres cajamarquinas!
Publicar un comentario