Una
época de mi tiempo como voluntaria con Bibliotecas Rurales está llegando a su
fin. Durante los últimos 8 meses he estado viviendo en la casa comunal y
haciendo un voluntariado como parte del equipo de Proyecto Enciclopedia
Campesina. Hoy lunes empiezo mi viaje de regreso a Irlanda.
Voy
con alegría y tristeza. Alegría por haberme sido dado la oportunidad de
compartir este tiempo con tantas personas hermosas; tristeza porque tengo que
dejarlos. He aprendido mucho durante mi tiempo aquí, probablemente no he
procesado todavía ni una fracción de lo que mis sentidos absorbían ávidamente.
Ha
sido un honor poder acompañar a Alfredo en sus viajes a través de la región,
visitando las bibliotecas y aprendiendo en esta cultura que es preciosa, rica,
sabia y profunda. Los bibliotecarios y los campesinos abrieron sus hogares y
sus corazones a nosotros, compartiendo su mesa llena de los frutos de su ardua
y honesta labor. También compartieron el tesoro que albergan en su interior: la
antigua sabiduría de nuestros antepasados transmitida a través de las
generaciones.
La
Tierra nos ha estado enseñando desde que hemos tenido la capacidad de entenderla,
y aún antes. Pero las lecciones son largas y no estuvimos en el principio,
entonces necesitamos escuchar el eco que viene por la cadena de voces a través
del tiempo.
En
mi país, y en la mayoría de "Occidente", estas voces han sido ahogadas
por el concreto y la codicia. La comunidad fue estirada hasta que estalló.
Ahora nos hemos aislado en espacio y en tiempo. Y estamos perdidos.
Aquí,
en los Andes de Cajamarca, se me ha devuelto la esperanza. Aquí la Tierra todavía
se escucha y los ancestros todavía hablan. La gente todavía se regocija en la
venida de la lluvia, todavía saborean el olor a tierra mojada, todavía invitan
a sus vecinos a compartir su pan.
Es
cierto que el concreto y la codicia pueden ser vistos aquí también, deslizándose
adentro por la puerta de atrás, con ganas de asumir una posición privilegiada
en el salón. Sin embargo, la persistencia de los indígena–campesinos de seguir
viviendo en dignidad y belleza es asombrosa e inspiradora.
La
esencia de Bibliotecas Rurales es esta dignidad, esta belleza. Es como una niña
que cruza el campo de batalla cantando una canción sobre el arco iris, porque
fue primero su jardín.
He
recibido muchas lecciones de Alfredo: su humildad imperecedera, su amor a la Tierra
y a la vida de ella, su escritura que habla al corazón... De Rita su
generosidad, su inmensa bondad, la alegría que lleva al cuidado de los más
necesitados (y cómo hacer una deliciosa mantequilla de almendras).
Gracias
también a Lola, Karina y Rosita, por la cálida bienvenida e inclusión. A Rumi y
Mara por su amistad.
Gracias
a todos los miembros de la familia Bibliotecas Rurales, que abarca la región de
Cajamarca. Gracias por el trabajo esencial que hacen, y el amor con que lo
hacen.
Lynda Sullivan
Lynda Sullivan
No hay comentarios:
Publicar un comentario