El Ministerio de Agricultura y
Desarrollo Rural, la Red de Información y Comunicación Estratégica del Sector
Agropecuario – AGRONET y la Red de Información Documental Agropecuaria de
Colombia – RIDAC, de Colombia, realizaron el Tercer Congreso de Información en
el Sector Agropecuario “Big data, difusión y apropiación del conocimiento”, el
cual se llevó a cabo los días 29 y 30 de septiembre de 2016 en la Universidad
Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá.
Nuestro compañero Alfredo Mires fue
invitado para dar una conferencia en este evento y, luego, a la jornada
académica que se llevó a cabo en la Universidad de La Salle, en el marco de la
Cátedra Institucional “Tejer tiempo de paz”, del 1 al 4 de octubre, tanto en
Bogotá como en Yopal, en la sede del Proyecto Utopía.
Alfredo presentó “Saberes y
resuellos: Cultura y agricultura en la experiencia de la Red de Bibliotecas
Rurales de Cajamarca”; aquí unos extractos:
“Sembrar
no es una función productiva, no es una mera ocupación económica ni un trabajo
tormentoso: es un convite criador, una celebración vitalizadora, una fiesta regeneradora.
Es
un riesgo implícito en el concepto moderno de recursos: reducir el valor de las
distintas visiones del universo y objetalizar la naturaleza puede justificar el
sacrificio de la tierra en nombre de los dividendos. Y no es solo reduccionismo
lo que implica una visión cosificante del mundo: son actitudes, son perfiles,
define pedagogías y establece políticas públicas.
Hace
tiempo leí un grafiti que decía: “A los
grandes los vemos así porque los vemos de rodillas”. Algunos años después
de haber iniciado el proceso de formación de Bibliotecas Rurales, nos dimos
cuenta que no sólo se trataba de proporcionar libros, como si su lenguaje y
contenido fuera neutral. Al acceder los libros al campo, consentíamos
automáticamente la visión que reflejaban esos libros. Porque en el fondo no se
trata sólo de tener los libros y leer, sino de cómo esta lectura puede ser
consistente con la cultura y el ambiente a los que se adhiere.
Si
los saberes endógenos no están reconocidos, la transferencia mecánica de contenidos
foráneos acaba por desautorizarlos. La sola inequivalencia de saberes denota
quién tiene la clave de la caja fuerte. Resulta pusilánime que en muchas
bibliotecas se encuentren enciclopedias completas sobre la antigua y lejana
civilización griega, pero no se halle ni un solo folleto sobre nuestra
portentosa y latente cultura propia.
Este
rememorar no pretende ser una divertida concesión evocadora, una añoranza sensiblera
de los orígenes ni una mirada nostálgica de tiempos idos. Honrar el legado de
los abuelos potencia la dignidad y robustece los andares que emprendemos. Estamos
convencidos que en las raíces de la cultura comunitaria prevalecen como franca
profecía los enunciados que permiten la construcción de un futuro de paz, sin
hambre y con respeto.
Lo
contrario sería continuar inhalando la salmodia colonizadora con que anda
escrita la historia. O quedarnos sin recuerdos vivos, sin el diccionario
carnalizado de nuestra sobrevivencia”.
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