Anduvimos
en Cajabamba para tener la alegría de compartir con los profesores, directivos
y estudiantes de la escuela de Pingo: allí funciona una de nuestras bibliotecas
rurales.
Los
abrazos de los niños fue el más bello recibimiento que hemos tenido, la sonrisa
sincera y alegre de sus maestros y los espacios gratos y coloridos de la
escuela nos recordaron que vivir en el campo es un privilegio y un orgullo, es
un regalo inmenso de la naturaleza. La escuela rodeada y protegida por sus
Apus, se volvía pura sensibilidad y hermosura.
Nos
dijo Miguel Rodríguez, maestro de la escuela de Pingo, que los niños son
quienes les enseñan el nombre de sus montañas sagradas, el significado del alma
campesina, de los colores de las montañas, de los verdes y los sembrados, el
sentir y el decir de la tierra de Cajabamba.
Los
niños vivaces y entusiastas dibujaron, estuvieron atentos al taller de
animación a la lectura y jugaron alegres; los profesores nos contaron sobre las
diversas actividades que realizan con la lectura y cómo logran inspirar a los
niños a que lean.
La
conversación sobre la lectura, la enseñanza y los sentires en el campo se
extendió a través de una mañana colorida y sabia, entre los profes y los niños
de un lugar que incita a volver una y otra vez.
¡Gracias
por estar unidos en este trayecto entre libros, lecturas y encuentros!
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