En la tradición andina, 48 años es un
número perfecto y grande, poderoso y grato.
Para nosotros es un regalo. El
sabernos humildemente vivos y caminando sin tregua ni queja, con fomento y
fermento, con coraje y contento, acompañados por nuestros vivos y nuestros
muertos.
Este 31 de marzo cumplimos 48 años de
venir andando: nos toca, siempre, agradecer por los acompañares y enmendar
nuestros enormes errores.
En 1996, cuando cumplimos 25 años,
nuestro compañero Juan Medcalf nos visitó para compartir este momento: él había
salido de Cajamarca en 1982 y se encontró para entonces con otra experiencia...
De retorno a su natal Inglaterra, escribió el artículo “Despertar en los
Andes”. Aquí un fragmento:
“La
ocasión de mi inicio en la coca fue en una reciente visita a Cajamarca, en los
Andes al Norte del Perú. Una Red de 500 bibliotecarios rurales estaba
celebrando 25 años de actividad y yo, como su fundador largamente ausente,
había sido invitado a 3 días (y noches) de celebración conjunta a casi 3000
metros sobre el nivel del mar. La experiencia fue un despertar a realidades que
yo escasamente imaginé como un joven e inexperto misionero.
Mi
primera insinuación de profundo cambio fue en la noche de apertura. Los saludos
inaugurales fueron dados no en español, el idioma impuesto a los nativos por
cerca de 500 años, sino en la antigua lengua quechua de la civilización Inca,
supuestamente condenada a la extinción con el asesinato del Inca Atahualpa en
1533.
Esa
noche, por muchas horas, saboreé las delicias dulce-amargas de las sagradas
hojas de coca al lado de varios cientos de hombres y mujeres de lejanas
comunidades andinas. Nos sentamos en círculo, entretejiendo presente, pasado y
futuro en una tela de realismo. Muchos de ellos entendían conceptos tales como
la globalización de la economía y el control comercial de los medios. Muchos de
sus hermanos y hermanas habían abandonado los cerros por las brillantes luces
de Lima, donde su identidad estaría perdida en una opaca megalópolis
McDonalizada de 7 millones de habitantes. Su respuesta fue positiva y fue
llenada con una esperanza que sólo puede nacer del sufrimiento…”
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