Una mañana, no recuerdo bien, si soleada o lluviosa, me disponía a atender una visita de la cual fui notificada la noche anterior. Se trataba de una profesora de la Escuela de Bibliotecología, que estaba muy interesada en conocer la sala infantil, las actividades de fomento a la lectura. Me dijeron: “diles el acostumbrado discurso, no te preocupes”. Pero esa visita no fue para nada lo acostumbrado, porque la recordaré por mucho tiempo.
Recibí entonces, no a una, sino a dos mujeres muy entusiastas, que al conocer la sala no les importó sentarse en la incómoda bebeteca. Ellas se presentaron con una sonrisa y una expresión de alegría en sus ojos, lo cual me llenó de orgullo y satisfacción por la labor que realizo. Así comencé la conversación, comentando las actividades que se tenían, pero mientras yo hablaba, Rita acompañaba cada palabra con emoción, asombro y entusiasmo, se notaba su amor por el trabajo bibliotecario.
Las preguntas abundaron, querían saber más de cada actividad, demostrando un interés inusual, así que las explicaciones fueron más profundas para resolver todas las inquietudes, ya que no contábamos con muchas oportunidades de repetir la visita. Ahí fue cuando, en medio del intercambio de saberes, me preguntaron, “¿estás dispuesta a explicar todo de nuevo, a los bibliotecarios de la Red?” A lo cual respondí: ·Sí, claro que sí.”
Yo encantada de hablar de lo que me gusta.
Nathalia y Rita, a las que a partir de ese día llamaría “mis amigas de Perú”, habían llamado mi atención, no solo por ser amables, lindas y sonrientes, sino por ese compromiso que se les notó con su trabajo en las bibliotecas, ese interés por compartir y aprender sobre promoción de la lectura en niños; interés que comparto con ellas, así que intercambiamos números telefónicos y las despedí dos horas después; el tiempo vuela cuando uno habla con amigos.
Se creó una conexión especial: estuvimos intercambiando mensajes de saludos por algún tiempo, pero un domingo en la tarde recibí de manera formal, la solicitud de realizar la capacitación prometida en aquella visita. Me dije a mí misma: “Ya me llegó la hora de preparar algo más estructurado y completo”, pues sería para los encargados de las bibliotecas rurales y me enviaron un enlace para que conociera a quienes iba dirigida la exposición. Les confieso, me sentí feliz, pero con miedo de no ser lo que ellos esperaban. Mis amigos bibliotecarios vieron mi presentación y me dieron ánimo, así gané confianza y preparé todo para ese día, pero tampoco fue como lo imaginé.
La conexión, no de internet, si no entre el público y yo, al principio se dio tímidamente, para variar, hablé hasta por los codos, me reí por los nervios y sentía mi corazón salirse por la boca tras el silencio del otro lado. Pero al comenzar la sesión de preguntas, entendí que todo lo entregado, había llegado a sus destinatarios, que el conocimiento había sido recibido con más agrado del esperado, se forjó en mí esa noche, un profundo respeto por la labor que hacen día a día los encargados de las bibliotecas en cada rincón de Cajamarca. Su labor no solo constituye custodiar una colección de libros, sino impartir el amor por sus raíces, sus costumbres y que su misión no solo es bibliotecaria; ellos quieren preservar todo esto, no solo en los libros, sino también en los corazones de quienes los habitan, para que sean estos replicadores en el mundo de la cultura de su región.
Ahora en mi corazón hay un espacio reservado para la Red de Bibliotecas de Cajamarca, Perú, que se ganaron mi amor y admiración, con su interés por conocer la promoción de lectura, para aplicarla en su comunidad y lograr que las futuras generaciones se sientan orgullosas de lo que son y lo que hacen en el campo.
Solo me resta decir GRACIAS por hacerme parte de su trabajo, y espero que podamos volver a compartir más saberes en el futuro.
Su amiga de Medellín,
Leidy Yohana Vélez Santa.
Profesional en Ciencias de la Información, Documentación, Bibliotecología y Archivística.
Recibí entonces, no a una, sino a dos mujeres muy entusiastas, que al conocer la sala no les importó sentarse en la incómoda bebeteca. Ellas se presentaron con una sonrisa y una expresión de alegría en sus ojos, lo cual me llenó de orgullo y satisfacción por la labor que realizo. Así comencé la conversación, comentando las actividades que se tenían, pero mientras yo hablaba, Rita acompañaba cada palabra con emoción, asombro y entusiasmo, se notaba su amor por el trabajo bibliotecario.
Las preguntas abundaron, querían saber más de cada actividad, demostrando un interés inusual, así que las explicaciones fueron más profundas para resolver todas las inquietudes, ya que no contábamos con muchas oportunidades de repetir la visita. Ahí fue cuando, en medio del intercambio de saberes, me preguntaron, “¿estás dispuesta a explicar todo de nuevo, a los bibliotecarios de la Red?” A lo cual respondí: ·Sí, claro que sí.”
Yo encantada de hablar de lo que me gusta.
Nathalia y Rita, a las que a partir de ese día llamaría “mis amigas de Perú”, habían llamado mi atención, no solo por ser amables, lindas y sonrientes, sino por ese compromiso que se les notó con su trabajo en las bibliotecas, ese interés por compartir y aprender sobre promoción de la lectura en niños; interés que comparto con ellas, así que intercambiamos números telefónicos y las despedí dos horas después; el tiempo vuela cuando uno habla con amigos.
Se creó una conexión especial: estuvimos intercambiando mensajes de saludos por algún tiempo, pero un domingo en la tarde recibí de manera formal, la solicitud de realizar la capacitación prometida en aquella visita. Me dije a mí misma: “Ya me llegó la hora de preparar algo más estructurado y completo”, pues sería para los encargados de las bibliotecas rurales y me enviaron un enlace para que conociera a quienes iba dirigida la exposición. Les confieso, me sentí feliz, pero con miedo de no ser lo que ellos esperaban. Mis amigos bibliotecarios vieron mi presentación y me dieron ánimo, así gané confianza y preparé todo para ese día, pero tampoco fue como lo imaginé.
La conexión, no de internet, si no entre el público y yo, al principio se dio tímidamente, para variar, hablé hasta por los codos, me reí por los nervios y sentía mi corazón salirse por la boca tras el silencio del otro lado. Pero al comenzar la sesión de preguntas, entendí que todo lo entregado, había llegado a sus destinatarios, que el conocimiento había sido recibido con más agrado del esperado, se forjó en mí esa noche, un profundo respeto por la labor que hacen día a día los encargados de las bibliotecas en cada rincón de Cajamarca. Su labor no solo constituye custodiar una colección de libros, sino impartir el amor por sus raíces, sus costumbres y que su misión no solo es bibliotecaria; ellos quieren preservar todo esto, no solo en los libros, sino también en los corazones de quienes los habitan, para que sean estos replicadores en el mundo de la cultura de su región.
Ahora en mi corazón hay un espacio reservado para la Red de Bibliotecas de Cajamarca, Perú, que se ganaron mi amor y admiración, con su interés por conocer la promoción de lectura, para aplicarla en su comunidad y lograr que las futuras generaciones se sientan orgullosas de lo que son y lo que hacen en el campo.
Solo me resta decir GRACIAS por hacerme parte de su trabajo, y espero que podamos volver a compartir más saberes en el futuro.
Su amiga de Medellín,
Leidy Yohana Vélez Santa.
Profesional en Ciencias de la Información, Documentación, Bibliotecología y Archivística.
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