Como familias campesinas celebramos la llegada de la lluvia porque es sinónimo de vida. Con ella renacen las esperanzas y, por eso, cuando empiezan las primeras lloviznas salimos a saludarlas, les damos la bienvenida –habrá pan en nuestras mesas– decimos.
Nuestros abuelos nos enseñan a cuidar y respetar la naturaleza y a prepararnos para recibir la lluvia y a veces por descuidados ocurren situaciones lamentables. Así pasó que, un buen día, la lluvia se filtró por el techo del espacio donde almacenamos nuestros libros, era cerca de la media noche; así que nos tocó ponerlos a salvo pese al sueño que a esa hora nos invade. Preguntas, inquietudes, dichos, proyectos iban naciendo en medio de las carreras; por momentos nos invadió la tristeza: tantos esfuerzos se habían echado a perder, pero nos animamos entre nosotros –cuando llueve todos se mojan, después de la tormenta llega la calma, no hay mal que por bien no venga– y reflexionamos también –es un llamado a estar mejor preparados, no bajemos la guardia en el cuidado de la casita, los puquios nos llaman a leerlos, el qayaqpuma nos transmite fortaleza, revisemos nuestros cuentos- y así, cada título nos inspiraba.
A media noche la familia conversaba, leía, se mensajeaba, esperábamos confiados la llegada de buenos voluntarios para que nos den una ayudita. Perdimos muchos libros, pero sí, sí que llegó la ayuda y se fortaleció el compromiso por cuidar este gran legado que humildemente nos dejó nuestro gran compañero Alfredo Mires.
Gracias agua bendita, por hacer posibles estos renacimientos.
Nuestros abuelos nos enseñan a cuidar y respetar la naturaleza y a prepararnos para recibir la lluvia y a veces por descuidados ocurren situaciones lamentables. Así pasó que, un buen día, la lluvia se filtró por el techo del espacio donde almacenamos nuestros libros, era cerca de la media noche; así que nos tocó ponerlos a salvo pese al sueño que a esa hora nos invade. Preguntas, inquietudes, dichos, proyectos iban naciendo en medio de las carreras; por momentos nos invadió la tristeza: tantos esfuerzos se habían echado a perder, pero nos animamos entre nosotros –cuando llueve todos se mojan, después de la tormenta llega la calma, no hay mal que por bien no venga– y reflexionamos también –es un llamado a estar mejor preparados, no bajemos la guardia en el cuidado de la casita, los puquios nos llaman a leerlos, el qayaqpuma nos transmite fortaleza, revisemos nuestros cuentos- y así, cada título nos inspiraba.
A media noche la familia conversaba, leía, se mensajeaba, esperábamos confiados la llegada de buenos voluntarios para que nos den una ayudita. Perdimos muchos libros, pero sí, sí que llegó la ayuda y se fortaleció el compromiso por cuidar este gran legado que humildemente nos dejó nuestro gran compañero Alfredo Mires.
Gracias agua bendita, por hacer posibles estos renacimientos.
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