Alfredo Mires recorrió el Apu Qayapuma durante varias décadas, al punto en que se sabía de memoria la ubicación de cada pintura y los caminos para llegar hasta ellas. Caminó, se adentró en el Apu y pernoctó muchas noches para investigar a fondo la relación de cada dibujo con el ambiente, con el cambio de la luz y temperatura; pasó días enteros internado allí, donde habitaron nuestros abuelos, para observar lo que sucedía durante el tiempo de lluvias y de sequía, porque todo eso influye, nos decía, nada se ve igual, todo cambia según las circunstancias.
Investigó cada espacio del “Puma convocador”, con las limitaciones propias del peruano que se atreve por su propia cuenta y cuyo presupuesto, muchas veces, es solamente su propio ánimo. Y así anduvo también por otros lugares.
Cuando iba por las comunidades preguntaba a los comuneros, quién había hecho las pinturas, los santuarios, los petroglifos, los ceramios. La gente le respondía, cuenta él, que todo eso lo había hecho el Ñaupa. Por eso, cuenta también que decidió bautizar con el nombre “Ñaupa”, al personaje recurrente que encontró en las callanas, esos pedazos de cerámica que se encuentran en cualquier lugar sagrado de los Andes, y también en otras representaciones del arte rupestre cajamarquino. A base de estas investigaciones, Alfredo completó y recreó El Ñaupa gráficamente, dándole un sentido social, cultural y político. (El Ñaupa T1, p.8).
Desde la Red de Bibliotecas Rurales, se ha realizado la publicación de los libros El Ñaupa (tomos 1 y 2), donde Alfredo, con creatividad y respeto a los dibujos originales, nos muestra muchos otros personajes convertidos en ñaupítas, con frases provocadoras, expresiones solidarias, animando a la lectura, entre otros.
Siempre estaremos agradecidos con Alfredo por legarnos tan grande riqueza cultural.
Investigó cada espacio del “Puma convocador”, con las limitaciones propias del peruano que se atreve por su propia cuenta y cuyo presupuesto, muchas veces, es solamente su propio ánimo. Y así anduvo también por otros lugares.
Cuando iba por las comunidades preguntaba a los comuneros, quién había hecho las pinturas, los santuarios, los petroglifos, los ceramios. La gente le respondía, cuenta él, que todo eso lo había hecho el Ñaupa. Por eso, cuenta también que decidió bautizar con el nombre “Ñaupa”, al personaje recurrente que encontró en las callanas, esos pedazos de cerámica que se encuentran en cualquier lugar sagrado de los Andes, y también en otras representaciones del arte rupestre cajamarquino. A base de estas investigaciones, Alfredo completó y recreó El Ñaupa gráficamente, dándole un sentido social, cultural y político. (El Ñaupa T1, p.8).
Desde la Red de Bibliotecas Rurales, se ha realizado la publicación de los libros El Ñaupa (tomos 1 y 2), donde Alfredo, con creatividad y respeto a los dibujos originales, nos muestra muchos otros personajes convertidos en ñaupítas, con frases provocadoras, expresiones solidarias, animando a la lectura, entre otros.
Siempre estaremos agradecidos con Alfredo por legarnos tan grande riqueza cultural.
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