Son tiempos calurosos en la ciudad de Medellín, Colombia con temperaturas entre los 29° y 33° grados centígrados la mayor parte del día; sin ninguna señal esperanzadora de alguna lluviecita que dé algún respiro a la bondadosa cantidad de arbolitos y plantitas que viven en esta ciudad.
Hace pocos días fue que, mientras caminaba por la universidad, me crucé con un bebedero de agua que no había notado nunca antes. Al mirarlo más detenidamente pude ver que alguien había escrito sobre él la siguiente frase: “el agua será el oro en tiempos de sequía”.
No pude evitar conmoverme y dejar caer una lágrima, recordando a mi amada Cajamarca. Recordando nuestra constante lucha por el agua, por la vida, por nuestra gente y por la justicia.
Han pasado casi doce años desde el comienzo de la serie de manifestaciones masivas en contra del proyecto “Conga”. el cual pretende -ya que se mantiene “suspendido” hasta el día de hoy- arrasar con 238 hectáreas de humedales y lagunas que, no solo proveen de agua a miles de familias que viven de la agricultura y la ganadería en el páramo cajamarquino y, a la vez, alimentan así a toda la ciudad de Cajamarca, sino que son invaluables para el sostenimiento del ecosistema de la zona.
Han pasado casi doce años desde que, en aquellas protestas, vi a mi yo de diez años enfrentándome, por primera vez en mi vida, a caminar por la Plaza de Armas de mi lugar de nacimiento, defendiendo mis ideas y las de mi gente, rodeada por policías y militares armados, dispuestos a dispararle a cualquiera al que consideraran una amenaza para el “progreso y desarrollo” del país.
Hoy siento, una vez más, las calles de mi pueblo llenas de sombreros y banderas, de gritos de justicia y de libertad, del clamor de la tierra misma, defendiendo su vida a través de nuestras voces.
Y es que no es coincidencia escuchar a tantos diciendo “hace demasiado calor”, “el clima ya no es como antes”, “hace años este tiempo era tiempo de lluvia”. No es coincidencia, es el bramido fuerte y claro de los bosques talados e incendiados, de los peces que quedaron sin ríos, de las montañas que quedaron sin agua, del aire que entra gris y poluto por nuestros pulmones.
Pero hoy también siento la esperanza de que no sea cierto que “sólo después que el último árbol sea cortado, sólo después que el último río haya sido envenenado, sólo después que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta de que el oro no es comestible.”
Ojalá sea antes, ojalá sea hoy…
Mara Mires Mocker
Hace pocos días fue que, mientras caminaba por la universidad, me crucé con un bebedero de agua que no había notado nunca antes. Al mirarlo más detenidamente pude ver que alguien había escrito sobre él la siguiente frase: “el agua será el oro en tiempos de sequía”.
No pude evitar conmoverme y dejar caer una lágrima, recordando a mi amada Cajamarca. Recordando nuestra constante lucha por el agua, por la vida, por nuestra gente y por la justicia.
Han pasado casi doce años desde el comienzo de la serie de manifestaciones masivas en contra del proyecto “Conga”. el cual pretende -ya que se mantiene “suspendido” hasta el día de hoy- arrasar con 238 hectáreas de humedales y lagunas que, no solo proveen de agua a miles de familias que viven de la agricultura y la ganadería en el páramo cajamarquino y, a la vez, alimentan así a toda la ciudad de Cajamarca, sino que son invaluables para el sostenimiento del ecosistema de la zona.
Han pasado casi doce años desde que, en aquellas protestas, vi a mi yo de diez años enfrentándome, por primera vez en mi vida, a caminar por la Plaza de Armas de mi lugar de nacimiento, defendiendo mis ideas y las de mi gente, rodeada por policías y militares armados, dispuestos a dispararle a cualquiera al que consideraran una amenaza para el “progreso y desarrollo” del país.
Hoy siento, una vez más, las calles de mi pueblo llenas de sombreros y banderas, de gritos de justicia y de libertad, del clamor de la tierra misma, defendiendo su vida a través de nuestras voces.
Y es que no es coincidencia escuchar a tantos diciendo “hace demasiado calor”, “el clima ya no es como antes”, “hace años este tiempo era tiempo de lluvia”. No es coincidencia, es el bramido fuerte y claro de los bosques talados e incendiados, de los peces que quedaron sin ríos, de las montañas que quedaron sin agua, del aire que entra gris y poluto por nuestros pulmones.
Pero hoy también siento la esperanza de que no sea cierto que “sólo después que el último árbol sea cortado, sólo después que el último río haya sido envenenado, sólo después que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta de que el oro no es comestible.”
Ojalá sea antes, ojalá sea hoy…
Mara Mires Mocker
2 comentarios:
Ola mara efectivamente estamos amenasados de una crisis dr agua ojala se evite la descreminasion de nuestros bosques un avrazo ala distansia
Que tristeza da releer la cruda realidad, pero también en la Amazonía se viene talando árboles matando así a la naturaleza. El congreso cambió las leyes y ahora todo está desprotegido.
Publicar un comentario