Recuerdo a don Dionisio Lobato, campesino de la comunidad de Pallán, en Cajamarca, a quien su abuelo le había contado que, hacía mucho, mientras trabajaba en el campo en medio de la lluvia, un rayo cayó cerca de él y le hizo perder el conocimiento.
Luego, el abuelo soñó que Dios le estaba curando la cabeza y que le daba de tomar un poco de agua con pan. En aquella habitación donde Dios lo estaba curando, estaban todos los enfermos de la tierra, pero no solo había humanos, también estaban todas las plantas, estaban todos los animales y estaban todas las piedras.
Allí comprendió que todo tenía vida: el abuelo de don Dionisio vio llegar un grano de trigo ensangrentado, vio unas papas con los ojos lastimados, un maíz que se quejaba de haberse quedado cojo, una hoja de hierba llegó quemada, una golondrina llegó llorando y un árbol también llegó arrastrando su pena.
Eso era lo que el abuelo de don Dionisio recién podía ver en el cielo, pero era lo que pasaba aquí en la tierra.
Entonces Dios le dijo:
—Ahora te curo y te vas por un tiempo.
El abuelo despertó recordando todo lo que había visto en sus sueños. Y entonces aconsejaba a todos que debíamos tratar a la tierra y a todo lo que vive en ella con la mayor delicadeza, y que no debíamos botar los granos o los frutos al camino, porque los atropellan y los revientan y después se van llorando a Dios.
Alfredo Mires Ortiz, en El libro entre los hijos de Atahualpa
Luego, el abuelo soñó que Dios le estaba curando la cabeza y que le daba de tomar un poco de agua con pan. En aquella habitación donde Dios lo estaba curando, estaban todos los enfermos de la tierra, pero no solo había humanos, también estaban todas las plantas, estaban todos los animales y estaban todas las piedras.
Allí comprendió que todo tenía vida: el abuelo de don Dionisio vio llegar un grano de trigo ensangrentado, vio unas papas con los ojos lastimados, un maíz que se quejaba de haberse quedado cojo, una hoja de hierba llegó quemada, una golondrina llegó llorando y un árbol también llegó arrastrando su pena.
Eso era lo que el abuelo de don Dionisio recién podía ver en el cielo, pero era lo que pasaba aquí en la tierra.
Entonces Dios le dijo:
—Ahora te curo y te vas por un tiempo.
El abuelo despertó recordando todo lo que había visto en sus sueños. Y entonces aconsejaba a todos que debíamos tratar a la tierra y a todo lo que vive en ella con la mayor delicadeza, y que no debíamos botar los granos o los frutos al camino, porque los atropellan y los revientan y después se van llorando a Dios.
Alfredo Mires Ortiz, en El libro entre los hijos de Atahualpa
Agradecemos a nuestros coordinadores Lino Gálvez, de El Ahijadero, Bambamarca y Silverio Herrera, de Cutaxi, Chota por seguir trabajando la tierra con todo el cariño que se lo merece, usando sus manos y las herramientas tradicionales, en verdadera yunta y con todo el ayllu, porque, como sabemos, en este rincón del mundo “todo es persona”.
Agradecemos también por compartir estas fotos de su dedicada labor como agricultores y campesinos dignos.
Agradecemos también por compartir estas fotos de su dedicada labor como agricultores y campesinos dignos.
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