El
camino desde Cajamarca hasta Chuco, en la provincia de San Marcos, nos tomó
unas tres horas; así llegamos con Alfredo a la casa de doña Juana y Pascual
Sánchez. El trayecto estuvo lleno de entusiasmo y tonadas con sabor a verde,
montañas, sembrados, siemprevivas y quindecitos.
Cuando
llegamos, luego de saludar a doña Juana, fuimos a buscar a la chacra a
Pascualito. A lo lejos vimos su delgada silueta y su sombrero sanmarquino:
recogía el trigo en compañía de su hijo Manuel, coordinador y bibliotecario.
Sus
pasos lentos pero firmes, su cabeza que bajaba para mirar su recorrido y luego
se levantaba para dirigir sus ojos hacia nosotros, con esa generosa sonrisa de
bienvenida.
Fue
grandioso volver a ver al bondadoso y sabio Pascual.
En esos momentos no es fácil contener la emoción, sellada con el saludo
genuino y cariñoso de Pascual. Conmueve ver a dos grandes abrazarse con
imperecedero afecto, ver juntos a los dos veteranos de este movimiento de
libros, comuneros, círculos de lectura y familias. Da ganas de seguir leyendo,
da ganas de ser chacarero, da ganas de ser bibliotecario y recorrer una y otra
vez los campos de Cajamarca.
Fuimos
a la casa y la magia continuó. Pascual nos contó cómo había sido su vínculo con
los libros, con la lectura, con el conocimiento. Su padre iba con cierta
regularidad a la botica, no a comprar medicinas, sino para adquirir libros que
allí se vendían, libros para llevar a la casa. De allí que él y sus hermanos
tenías provisiones para el alma. Nos contó que entre sus lecturas se encuentran
libros como ‘Los pilares de la tierra’, la Biblia, Historia de Roma Antigua y ‘La historia de Carlomagno’, entre otros.
Con
gran solvencia histórica, Pascualito nos relató los nombres e historias de
varios reyes lombardos y carolingios de la época medieval europea. También nos
explicó el proceso de la siembra del trigo, la papa, la lenteja, las habas,
alfalfa y otros muchos sembrados que la tierrita nos ofrece; reiteró que no
vende lo que brota de ella, pues son regalos que están para ser servidos en la
alimentación de la familia, compartir con sus vecinos y su comunidad.
Luego,
un rico almuerzo amenizado por el ritmo sonoro de la voz de Pascual: relatos de
vida, experiencias, reflexiones hondas y actuales y mucha, mucha sabiduría.
¡Gracias
Pascual, gracias Alfredo, gracias a los comuneros de la Red por ser, existir y
persistir!
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