agosto 30, 2011

“Educar al escorpión”


A fines del mes de junio e inicios de julio, se llevó a cabo en Cajamarca el I Congreso Internacional y IX Nacional de Educación Intercultural Bilingüe “José María Arguedas”, evento al que fue invitado nuestro compañero Alfredo Mires para dar una conferencia.
Presentamos el inicio del texto que Alfredo sustentó bajo el título “Educar al escorpión: Interculturalidad, cosmovivencia y educación comunitaria”:


Hay un viejo cuento de origen africano que narra lo que ocurrió entre una rana y un escorpión.
Dicen que un escorpión necesitaba atravesar un río, pero no sabía cómo hacerlo y tenía mucho miedo de ahogarse. De manera que, cuando vio nadando a la rana, inmediatamente le dijo:
─ Llévame en tu espalda.
─ ¿Que te lleve en mi espalda? –le contestó la rana– ¡Ni hablar, yo te conozco: si te llevo en mi espalda, me vas a picar y me vas a matar!
─ ¡Por favor, ranita! –le insistió el escorpión, poniéndose muy amable– Necesito muchísimo cruzar el río.
─ ¡Nada! –dijo la rana– Contigo prefiero hablar de lejos.
─ ¿Cómo puedes tener tan poca lógica? –le reclamó el escorpión– ¿No te das cuenta que si te pico te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me hundiré y me ahogaré contigo?
Así estuvieron largo rato discutiendo hasta que el escorpión terminó ganando.
La rana, convencida, cargó sobre su espalda al escorpión y empezaron la travesía.
Cuando estaban en medio del gran río, de repente, el escorpión levantó la cola y clavó su aguijón en la espalda de la rana. La rana sintió que el veneno mortal se extendía por todo su cuerpo y, mientras empezaba a hundirse con el escorpión encima de ella, alcanzó a gritarle:
─ ¿Pero qué has hecho? No comprendo, yo confié en ti, ¿cómo has podido hacernos esto?
─ No pude evitarlo –contestó el escorpión antes de desaparecer entre las aguas–: Esa es mi naturaleza.
Cuando me pidieron abordar el tema de la espiritualidad y cosmovisión en una educación ecológica y comunitaria, tuve que acordarme de este cuento y preguntarme: ¿cuál es la naturaleza de la educación en la que nos hemos forma-do y con la cual seguimos formados y formando?, ¿qué laya de humanos forja la educación que se imparte?, ¿egresan de los centros educativos promociones solidarias, críticas, respetuosas, bibliófilas y honorables?, ¿o estamos formando generaciones indolentes, descorteses, consumistas, ludópatas y enajenables?
Es decir, ¿de qué naturaleza venimos y qué temple tiene el futuro que estamos formando?, ¿qué espalda estamos contribuyendo a emponzoñar al tratar de cruzar este río enfangado por la devastación de la naturaleza?, ¿qué modelo nos da la pauta y cuál es la proporcionalidad entre la obesidad tecnológica y la desnutrición ética o el languidecimiento ecológico?

Marciano herido


“Parece que la vida sigue empecinada a herirme. Esta carta la escribo desde el Hospital de la Charitá Sala Boyer, cama 22, desde donde acabo de ser operado de una hemorragia intestinal. He sufrido veinte días horribles de dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles. Hay, Pablo, en la vida horas amargas, de una negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba. Yo no las he conocido antes. Este hospital me las ha presentado y no las olvidaré”.
(carta de César Vallejo a Pablo Abril, octubre 19 de 1924)
Don Marciano Amaya Pretel, de Anriqsha, en la provincia de Contumazá, es un compañero nuestro, Coordinador Voluntario de muchos años en bibliotecas rurales y coordinador también del Programa Comunitario.
Como todo buen caminante, una tarde salió por el campo, tropezó y cayó en una quebrada… se lesionó la rótula y tuvo que ser traslado de emergencia hasta el Hospital Regional en Cajamarca. Pero este no fue el peor de sus males.
Don Marciano, como Vallejo, también aprendió en el hospital: aprendió que si no tienes dinero, aunque tengas un seguro integral de salud, de nada sirve, porque los clavos, las brocas y todos esos instrumentos necesarios para reconstruir una rótula, y las medicinas más buenas, no están a disposición así nomás, eso cuesta y cuesta caro… y tampoco se pueden conseguir en Cajamarca.
Aprendió que si no hay por ahí una “varita”, la operación puede esperar aunque le dolor aumente; que si no tienes ayudita extra, tu familia ni siquiera puede acercarse a preguntar por ti porque la respuesta que recibirá será solamente un “¡¿Usted no entiende!?”
Aprendió que por muy enfermo que esté debe esperar o gritar si necesita ayuda porque los sistemas de timbre en las habitaciones ya no funcionan; aprendió que con un oxidado alambre de amarre de cualquier construcción pueden sujetar las botellas de suero en un hospital donde, además, no dejan que se acerque tu familia porque “contaminan el ambiente”. Aprendió que una sábana usada puede servir para el siguiente enfermo, pues nadie se va a enterar que ya fue usada en otra cama el día anterior…
La situación por la que atravesó don Marciano nos reafirma una vez más las condiciones deplorables en las que el pueblo es “atendido” en los servicios públicos de salud y nuestra indignación crece más frente este tipo atropellos.
Para don Marciano, nuestro aprecio de siempre y los más sinceros deseos de pronta recuperación para que regrese a sus largas caminatas, a visitar a sus niños del Programa Comunitario y sus Bibliotecas Rurales.

agosto 24, 2011

Caminar juntos

“El camino se hace cortito cuando andamos juntos. Y el llegar se hace más pronto. Aunque el trecho sea largo, acompañado, a uno le entran más ganas de seguir andando”.Así nos anima nuestro compañero Alfredo Mires en la introducción del libro Empezó a andar, el tomo 20 de la Serie “Nosotros los Cajamarquinos”, para continuar con nuestra labor como Red de Bibliotecas Rurales.
Desde este entonces han pasado más de diez años, y ahora celebramos 40 años de trabajo de la Red de Bibliotecas. Eso no es poca cosa. Y, obviamente, mucho ha cambiado.
En el campo, muchos de los caminos que recorrieron nuestros coordinadores campesinos antaño, ahora se han hecho trochas por donde pasa movilidad. La comunicación hoy se hace a través de los celulares, y en muchas comunidades campesinas ya hay agua potable, luz eléctrica, televisores y equipos de DVD´s.
Estos cambios llegan de golpe y traen, además de comodidades, también fuertes desventajas. Aunque aparentemente deberíamos tener más tiempo, la sombra de la aceleración, el aislamiento y la soledad también se extiende por los campos.
Estos son desafíos de grandes lanzas. Y aunque no hay pasaje de regreso ni el lujo del desánimo, sí hay infinidad de preguntas que quisiéramos compartir y absolver colectivamente.
¿Cómo seguir forjando “hombres nuevos” en el contexto actual?
¡Bienvenidos sean los ánimos! Que siempre seguirá siendo más fácil caminar acompañados.

Despistajes y paisajes

Nuestros antiguos cuidaron siempre de hacer sus casas en armonía con el paisaje en el que se encontraban. Así, las construcciones no sólo se mimetizaban con el ambiente, sino que se sentían parte de él, sin agredir su belleza ni alterar el equilibrio con su presencia.
Con la colonia, muchos edificios se construyeron sobre los antiguos recintos y otros impusieron los estilos foráneos, pero aún entonces los constructores indígenas cuidaron de incorporar lo propio.
Así, la característica básica que quedó en los pueblos serranos fueron las casas de adobe con los techos de teja.
Muchas capitales de provincia exhiben bellamente –hasta hoy– sus antiguas casonas con balcones y portadas tradicionales. Pero en los últimos años, beneficiando el mal llamado “material noble”, viene cundiendo el desmedro de lo que es el material decente: enormes adefesios se alzan ofendiendo la mirada.
Es como si una ilimitada ansiedad empujara a acercarse a la imagen ideal del mundo occidental, expresada no sólo en la ropa de moda, sino en toda la apariencia de una ciudad; como si una irrefrenable huachafería pugnara por imponerse sobre la naturaleza.
Con razón el escritor español Pío Baroja decía: “El cemento armado es una musa honesta y útil, y quizá en manos de un arquitecto genial sería admirable; pero cuando se desmanda y se siente atrevida, como una cocinera lanzada a cupletista, hace tales horrores, que habría que sujetarla y llevarla a la cárcel”.

Evaluaciones

Este 13 de agosto, el Programa Comunitario de Bibliotecas Rurales realizó un taller sobre la evaluación que se inició a principios de julio.
En este taller hemos conversado sobre los datos y detalles que habían observado las evaluadoras durante sus visitas a nuestros niños, padres y coordinadores al campo, como una medida para encontrar una visión más completa de esta evaluación externa.
Las evaluadoras resaltaron muchos aspectos positivos de nuestro trabajo, como también –juntos– encontramos varias deficiencias que debemos corregir y mejorar.
Un logro grande para nosotros en este taller fue el trabajo que realizaron nuestros coordinadores de base en un trabajo en grupo al día siguiente, solos y por su cuenta. Las evaluadoras les habían encargado trabajar las Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas (FODA) de su propio trabajo, y nos sorprendieron una vez más con su capacidad crítica, sus observaciones acertadas, su análisis y sus reflexiones sobre la situación que ellos viven a diario en las propias comunidades campesinas, donde la realidad va mucho más allá incluso de lo observable.
Agradecemos en este sentido también a la Red de Bibliotecas Rurales por los 40 años de acompañamiento, capacitación y formación de los comuneros que siguen trabajando al lado de los suyos, defendiendo su cultura y sus derechos.

agosto 11, 2011

Caleros y arte rupestre

Hace muchos años que don Miguel Rodríguez brega con franca pasión por la recuperación de la antigua cultura cajabambina. No hay día que descanse en esta tarea, acompañado de su familia y de aquellos que aprecian sus andares.
No sólo ha logrado reunir una extraordinaria colección de evidencias culturales en el Centro “Yachaihuasi”, sino además ejerce su extraordinario talento en los mates y calabazos, inventando y reinventando imágenes.
Hace poco, don Miguel decidió incorporar la iconografía de Cajamarca –publicada por nuestra Red– en el diseño de los caleros, aquel fundamental compañero para el chacchado de la sagrada hoja de la coca.
El resultado ha sido una vistosa exposición y, luego, su retorno al campo, a los “armadores” que muestran con orgullo estos caleros coloridos.
Saludamos a don Miguel, por ese pulso firme, por su generosa amistad y por ese empeño incansable de reivindicar la vigorosa belleza de nuestra propia cultura.