julio 26, 2020

Comprensión lectora y educación

Este pasado 23 de julio, nuestro compañero Alfredo fue invitado por la Red Educativa Rural “El Tuco”, a exponer en un webinar para directivos y docentes de Educación inicial, primaria y secundaria, para conversar sobre la lectura, formas de leer, los contenidos, los temas, las dificultades en la comprensión de la lectura y la educación en general. Alfredo nos deja importantes enseñanzas:
- Reitera que “las medidas que tomamos son para salir del apuro”, en el actual contexto de la pandemia, tanto en los asuntos educativos como económicos y, aún más, en el ámbito educativo. Bien dice Alfredo: “La mascarilla nos protege la nariz, pero no el cerebro. O nos evita el contagio, pero no ayuda a que nos desinfectemos
- Aunque la práctica de la lectura, su ejercicio y constancia pueden influir en mejorar los niveles de comprensión, ello no garantiza que aquella persona se convierta en un “lector asiduo, apasionado y crítico”. Así que, el sólo hecho de tener el hábito de leer no garantiza que lo que lee le sirva, lo transforme, le proporcione habilidades para el discernimiento y la crítica. “Entre una lectura eferente, una lectura informativa, una lectura estética y de entretenimiento, y una lectura de estudio, lo que falta forjar e inspirar es una lectura ética: aquella que nos lleve a amar lo que leemos como parte de la posición que adoptemos de cara a los problemas del mundo”.
- Resalta el peso de las palabras, pues ellas no sólo significan, sino que evocan: “Escuchamos o leemos algo y los mecanismos internos del ser humano se ponen en marca con estímulos físicos que desatan el sentimiento de aprecio o rechazo”.
- “El significado de un texto no es la suma de las palabras que lo componen. El significado de un texto se va construyendo a medida que se van interrelacionando los significados de las palabras, las frases y las oraciones, desde cada persona y contexto”.
- “Hay que amar las palabras, sembrarlas, regarlas, aporcarlas: si no, no hay cosecha posible”.
Una de las preguntas que hicieron a Alfredo fue si los docentes están preparados para desarrollar la comprensión lectora en sus estudiantes. Él respondió: “¿Están los funcionarios de la Dirección de Educación y del Ministerio preparados para desarrollar la comprensión lectora?, ¿los profesores somos lectores críticos y apasionados?, ¿cuántas bibliotecas hay en nuestra zona? La cuestión es si somos capaces de reconocer nuestras limitaciones y si estamos decididos a encontrar una solución”.

Leer y conversar

Desde sus orígenes, la Red de Bibliotecas Rurales ha impulsado la lectura y la conversa. Y tanto la lectura como la conversa –para las más de 400 familias bibliotecarias de la Red–, no son prácticas mecánicas o funcionalistas. Para ellos leer es juntarse con otros y establecer un encuentro de saberes propios, historias, tradiciones y lecciones ancestrales y presentes; a través de las líneas escritas que alguien lee para los otros, o leen por párrafos en grupo, fortalecen el ayllu y sus más queridas lecciones de solidaridad, minga, cooperación y vida mancomunada.
¡Mucho tenemos que aprender de nuestras familias campesinas de Cajamarca, donde la chacra y todo lo que en el mundo habita, hace parte de sus gestos y principios, de sus esperanzas y fuerzas!

Bienvenidos

El cuidado y el cariño por nuestros animalitos es algo que se comparte en la Red.
Hace dos semanas recibimos cinco regalitos: es muy alhaja tener pequeños que pronto estarán correteando por la casa; la madre gata –que llegó vaya uno a saber de dónde y ahora parece dueña– está más que cariñosa con los hijos, como es natural, y nosotros felices con ellos.

Algunos remedios

- Me duele la cabeza, vecinita, ¿qué será? Tranquila estaba en la mañana.
- Tome agüita con limón, vecina. De repente tiene presión alta; coma también una lima, tome su perejil chancado…
Desde niños, en mi casa aprendimos que no se puede esperar que todas las enfermedades se curen con una receta médica; unas veces porque no había dinero para pagar la consulta o, simplemente, porque teníamos para comprar la receta en una farmacia (y el dinero con las justas alcanzaba para comer), a no ser que la enfermedad hubiese sido de apuro, de riesgo, ahí sí, como sea. Lo bueno es que enfermábamos muy poco, de vez en cuando. Imagino que era también porque nuestro ambiente estaba menos contaminado, comíamos menos cantidad pero más nutritivo y, pese a ser pobres, teníamos menos estrés: sin computadoras, teléfono ni televisión; pero eso sí, pobres y todo, en la casa había suficientes libros para leer, porque estos remedios siempre tuvieron prioridad.
Así, cuando mi madre escuchaba el diagnóstico del doctor (rogando que no sea algo de mucho peligro), miraba la receta y, si no había dinero para comprar los medicamentos, empezaba a buscar los remedios caseros que preparaba para curar nuestros males.
Aprendimos, como muchas otras familias, que la cola de caballo cura los problemas de los riñones; el matico es para aliviar la gripe; el perejil ayuda cuando tenemos cólera; el apio calma los cólicos, tanto como el orégano y la ruda; aprendimos que para dormir bien podemos tomar romero o manzanilla y, si padecemos una alergia, nada mejor que la lancetilla; ni qué decir de la pimpinela que alivia los males del corazón, junto con la malva de olor y la congona, mezclados con cáscara de lima y geranio blanco… Nuestros antepasados conocían mucho de medicina tradicional y muy poco hemos aprendido los hijos.
Y no es que demos la contra a los sistemas de salud, no estamos en contra de lo que recetan los médicos; pero bien sabemos que la pobreza es grande y los recursos de los hospitales no alcanzan para todos, especialmente en este tiempo. También sucede que, por ahora, si tenemos algún mal de poco riesgo, es mejor curarnos en la propia casa, así en los hospitales pueden atenderse los pacientes más graves.
Pero cuando el mal es nuevo y peligroso, como este que nos asedia y amenaza tan de cerca, que todavía no sabemos bien cómo tratar y nos mantiene con incertidumbre, es difícil decir qué sería lo más indicado. Seguramente hay todavía personas mayores ensayando recetas caseras y, quizá con el tiempo, alguna ha de funcionar.
Mientras tanto, que no falte en nuestras macetas unas ramitas de perejil, un poco de menta, apio, hierba buena, romero, lancetilla, congona o malva de olor. No curan el coronavirus, pero alivian otros males que también nos persiguen y podemos aliviar con prontitud.
Lola Paredes,
de Cajamarca.

Aprendiendo de Marcos

Hoy nos llamó don Marcos Florián, bibliotecario rural de Taya El Colal, en Contumazá.
Estaba preocupado por la salud de la Familia Bibliotecaria; él, como todos nuestros compañeros, es un ejemplo de generosidad y de fortaleza.
Don Marcos nos cuenta que ahora acoge en su casita de campo a los familiares y amigos que llegaron de la ciudad, y juntos disfrutan del buen aire que les brinda la naturaleza: “Aquí nos protegen los eucaliptos y nos sentamos bajo la luna a conversar y a reír”, nos dice.
Gracias, don Marcos, por sus sabias palabras; aprendemos mucho de usted y con seguridad sus visitas deben sentirse muy reconfortadas –como nosotros– en estos tiempos difíciles.

La bendición de la lluvia y de la lectura

Hace unos días, nuestro compañero Humberto Huamán Lara nos envió una grabación. Humberto es Coordinador de la Red de Bibliotecas Rurales en la zona de El Enterador, distrito de El Tambo, en Bambamarca, y atiende también a varios niños del Programa Comunitario.
De esta manera, Humberto combina actividades bibliotecarias con la atención y el acompañamiento de niños con capacidades proyectables: mediante la atención de las Bibliotecas Rurales en Instituciones Educativas (BRIE), la promoción de lectura o de nuestro programa Leer para los otros.
Desde su comunidad, en medio de una lluvia torrencial, comparte:
“Estamos aquí, hoy día 6 de julio, con la bendición de la lluvia para nuestros sembríos y pastos, para nuestra agricultura. Nos hemos reunido con los alumnos de cuarto y sexto grado de la escuelita Primaria de Luichocolpa, alumnos del Colegio “San Juan Bautista” de El Enterador, y algunas autoridades para hacer nuestro círculo de lectura. La lectura es importante porque es el alimento del cerebro.
Leemos los libros de la serie Biblioteca Campesina para aprender a revivir nuestra tradición cajamarquina. Gracias a los libros de Cajamarca podemos hacer eso y así practicar también la lectura en casa.
Hoy estamos leyendo el cuento El conejo y el zorro, del libro El haragán y otros cuentos”.
Desde aquí agradecemos a Humberto, a los estudiantes y comuneros, por esta recia y bella iniciativa.

Atesorar las raíces

Gracias por haberme hecho llegar “El patrimonio del ñaupa”, este profundo tratado, sobre el significado del patrimonio, de lo que es estar vivo, con la vida de la identidad cultural arraigada en cada uno. Lo he leído ahora, cuidadosamente, dos veces: me trae al caso la minimización y la objetalización de lo que solo se 've' por los turistas que vienen a comprar recuerdos, pero en realidad no desean conocer las raíces y la realidad de ser peruano. Gente realmente buena, pero de vacaciones, que busca lo nuevo, lo bonito, lo fascinante... Y luego vete a casa.
Les puedo decir que aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de compartir la vida con el pueblo peruano, realmente extrañamos a Perú. Cuando regresé a mi país, por mucho tiempo tuve sueños constantes de Perú, y eran sueños dolorosos.
Durante el tiempo que fuimos bendecidos de estar con la gente allá, a quien amamos, encontramos otra cultura, y una mejor cultura. Aunque la pobreza que conocimos –inducida por los codiciosos– realmente nos rompió el corazón, a la vez experimentamos mucha alegría gracias a la gente; a la vez, todo el tiempo estábamos aprendiendo de esta cultura antigua, moderna, mejor: una forma antigua que los peruanos tienen de atesorar a la familia, las raíces de la cultura.
Gracias por este profundo e inspirador ensayo del ñaupa. Como dice ahí y se ve realizado: "Estoy encumbrando el respeto, estoy enalteciendo la gratitud, estoy magnificando el vínculo con la tierra y sus raíces".
Con un abrazo,
Wendy Cotter,
de Canadá.

Arturo leyendo

Nuestros queridos amigos Pier Paolo Giarolo (quien además produjo y dirigió la película “Libros y nubes”) y su familia, nos escribieron hace poco. Compartimos tantito de este bello regalo:
“Aquí todo está bien; envío una foto de Arturo aprendiendo de memoria los libros de la Bibliotecas Campesina.
También envío una foto de nuestra pantalla con la que hacemos proyecciones de cine de verano, todas las noches, en un lugar diferente.
Saluda a todos en la RED.
Y un fuerte abrazo.
Lucia, Arturo e Pier Paolo”

Tradición oral y Bibliotecas Rurales

El pasado jueves 25 de junio, los estudiantes del curso ‘Literaturas Orales y Étnicas’ con su profesor Elías Rengifo de la Cruz, de la Universidad Mayor de San Marcos, invitaron a nuestro compañero Alfredo para conversar sobre la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca y la literatura de la cultura oral.
Alfredo explicó cómo se inició el rescate y la publicación de la tradición oral sin tener un modelo predeterminado; al contrario, fruto de la observación, la humildad, el respeto absoluto y teniendo como principales actores, productores y ejecutores de su propio saber a las poblaciones campesinas, se fue desarrollando Proyecto de Enciclopedia Campesina de la Red.
Esta forma de proceder no salió de modelos externos que en mucho son invasivos y que desde afuera recomiendan qué hacer o cómo hacerlo, reproduciendo un modelo según el cual considera que la gente del campo tiene poca capacidad para tener o dar respuestas a su propia existencia. Aquí no se trata de “ser la voz de los que no tienen voz”; se ha tratado de dejar ser y decir, pues el origen de todo el proyecto es la comunidad, desde y para la comunidad y, sobre todo, con la comunidad.
También resaltó que la riqueza de nuestras tradiciones está en su diversidad, en su dinamicidad y en su universalidad. Pues “el cuento es un germen vivo y vivificante. No rescatamos la tradición para congelada sino para acalorarla, para potenciarla a través del libro, por lo que se convierte en almacigo. No basta, entonces, con el rescate: los libros tienen que ser semillas fecundas. La palabra se ha mantenido fresca, sin que se pierda la vivacidad del habla al convertirla en texto escrito. De esta manera el cuento habla sin perder la fuerza de la oralidad que lo hizo posible”.