junio 30, 2020

En “Yo maestro”, de Bogotá

En el mes de mayo la Escuela de Mediadores de BibloRed de Bogotá, en Colombia, invitó a nuestro compañero Alfredo Mires a su ciclo de charlas “Yo, Maestro”.
La conversación fue iniciada con la lectura de un poema que el mismo Alfredo eligió: ‘Preguntas de un obrero que lee’, de Bertolt Brecht. Dijo Alfredo: “Escogí este texto porque revela lo que el filósofo peruano Gustavo Gutiérrez llama «La fuerza histórica de los pobres», esa potencia extraordinaria de los más humildes, de aquellos a los que el mundo tiene por necios”.
A lo largo de toda su exposición exaltó la presencia de sus hermanos y familias campesinas que componen el gran ayllu de la Red de Bibliotecas. Aquí algunas frases esenciales:
- Los libros son herramientas, no son ataúdes de verdades muertas ni catedrales de mentiras vivas
- El libro tiene que emerger de estas búsquedas, de esta insurgencia de la palabra propia, de esta demolición de los silencios impuestos; del derribamiento de esta cárcel colonizante en nuestro propio dentro; de este autodesprecio entronizado sobre la memoria de nuestros pueblos.
- El libro tiene que ser resignificado, en sus significantes y en sus conceptos, en sus usos y en sus caminos. El libro tiene que ser un espejo en el que nos veamos revelados tal como somos.
- La palabra leer viene de légere, que significa, en principio, “juntar leña”. El bibliotecario puede ser, en efecto, aquel que no se cansa de recoger la leña para encender el fuego de los aprenderes.
- Biblioteca que no trabaja con la oralidad, no puede preciarse de ser una biblioteca. Siempre digo que es una vergüenza que en las bibliotecas puedan hallarse colecciones completas del pensamiento griego, pero ni una página impresa de las ideas propias.
- Un dichoso virus viene a demostrarnos –tan inteligentes los humanos– que el idolatrado capital, que el encopetado progreso, que el endiosado éxito y la incontenible gula consumista, eran la vía más rápida para la extinción de la especie humana.
- Ahora resulta que los libros viejos eran los que más tenían que enseñarnos; ¡y que los viejos libres de teorías cómplices eran los que más sabían!
- Hoy por hoy, así como la farmacología busca una vacuna contra el virus, toca a las bibliotecas reinventarse en la búsqueda de saberes que nos inmunicen contra la estupidez y el desdén por la vida misma.
- El sinónimo de educador debería ser aprendiz: para ser un buen maestro hay que tener una inmensa apertura para aprender y desaprender. Y eso implica una dosis inapreciable de humildad, coherencia y consecuencia. Nadie está en la capacidad de enseñar si no tiene la suficiente modestia de aprender.
(Enlaces de presentación que entregaron los organizadores del conversatorio:
Texto de Eduardo Galeano sobre Alfredo Mires: https://n9.cl/g27p
“Los infinitos andares de un bibliotecario”, entrevista de Daniel Canosa: https://n9.cl/iarnq
“Conferencia inaugural en el VI Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas”: https://n9.cl/r3wk

junio 27, 2020

Nacida de ti

La agricultura juega un rol vital en la seguridad alimentaria de un hogar pues permite que tengamos disponibilidad propia de alimentos y también que los productores generen su propio ingreso; esto facilita incluso su estabilidad y el acceso a alimentos suficientes y nutritivos, que nuestras necesidades energéticas sean satisfechas para llevar una vida activa y sana.
Tal vez es momento de poner más atención a nuestra chacra. No importa cuán urbana pueda llegar a ser nuestra vida: siempre consideraremos a la agricultura, a este componente principal de nuestra subsistencia. Aprovechemos de las maravillas que nos regala la naturaleza, pero no explotemos. Siempre debemos estar agradecidos por las bondades de la tierra.

En el quinto webinar

El 18 de junio el Instituto de Educación Superior Pedagógico extendió la invitación a Alfredo Mires Ortiz para conversar, en un encuentro virtual, sobre la lectura y la escritura liberadora. Las preguntas realizadas giraron en torno a lo que la pandemia del Covid-19 ha puesto en evidencia de los procesos educativos; qué debería hacer la escuela para propiciar una lectura liberadora y qué balances hay en relación con el sistema educativo y las lecciones que puede ofrecer una institución campesina como la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Las respuestas fueron contundentes:
En este tiempo de la pandemia, lo que salta a la vista, lo que se ha evidenciado, es una incapacidad casi global de la población para leer la realidad (…) Si elevamos eso a los procesos educativos del país, podemos observar que lo único que se ha hecho es adecuar los aprendizajes formales de la escuela (con los mismos contenidos) a la tecnología disponible. La comunicación virtual se ha convertido en el método para el aprendizaje. A nadie se le ocurrió reinventar. La pregunta es ¿estamos dispuestos a reinventarnos?
“Tenemos que aceptar que la reserva moral de nuestros países está en quienes nunca se fueron a la escuela. Aquellos que no tienen títulos, que no estuvieron en ese sistema de competencias desleal, aquellos que no estaban mostrando que sabían mucho”.
“Bibliotecas Rurales ha evidenciado el profundísimo bagaje social, humano, moral e histórico de las poblaciones que no tuvieron el trauma de la competencia en la escuela porque tienen la habilidad de leer la realidad. Esas poblaciones son genuinas sin ser infatuadas. Bibliotecas Rurales ha comprobado y demostrado que la dignidad y el respeto no tienen que ver con dinero, poder o un título académico; a ellas debemos respetar”.
“Si no admitimos que existe un problema (con la educación actual) es casi imposible remediarlo. ¿Somos capaces de admitirlo? ¿Estamos dispuestos a cambiar?”
“La educación equivocó el rumbo o nunca tomó el rumbo que condujera a quienes pasan por la escuela a leer los textos y los contextos; mucho menos prepararse para percibir los pálpitos de la Naturaleza, profundizar en la capacidad criadora; ver y sentir la magia regeneradora de la Naturaleza”.

Invitación al laberinto

El país sin orejas
“En el tiempo de las mutaciones, la naturaleza se percató que los seres humanos no escuchaban.
Así nació el País sin orejas, donde solo podían escuchar los que tenían corazón” (p.32)
               
El dinero
“Había una vez un pueblo que no conocía el dinero.
Desde el día en que lo conoció, nunca más fue pueblo” (p.46)

La máquina
“Había una vez un hombre que vivía dentro de una máquina.
Ese hombre pensaba, comía, sentía, dormía, trabajaba y vivía como la máquina quería.
Pero el hombre siempre decía:
Yo he inventado, diseñado y construido esta máquina. Esta máquina es mía”. (p.85)

Gratitud y respeto

Mi familia materna es del campo y desde chiquita he acompañado a mi abuela y mis tías a deshierbar la chacra, a regar y a cosechar. También en mi casa teníamos un huerto y cuidarlo era tarea de todos.
En este tiempo de la pandemia, ya en nuestra casa aquí, en Cajamarca, hemos empezado a sembrar y criar: lechugas, betarragas, zanahorias, zapallo, maíz, frejol y papas…y desde hace un par de semanas nos acompañan dos hermosas gallinas y un gallo.
Siempre he tenido mucho respeto por las personas que trabajan la chacra o crían sus animales: su día a día es duro, su trabajo fuerte, y son ellos los que sustentan la vida de miles de personas, de todo un país, de todo el mundo.
Ahora, con la poca experiencia adquirida, tengo mayor admiración, consideración y aprecio para quienes nos alimentan con el sudor de su frente y el trabajo de sus manos.
Pero también empiezo a comprender la satisfacción que sienten nuestros hermanos del campo cuando ven brotar las primeras hojas de sus papas o enredar los pigüelos del frejol en las tiernas plantitas del maíz; siento mucha gratitud al observar a nuestras gallinas rascando en el compost… y la alegría al recoger uno de sus huevitos es inmensa. Aprender eso es un gozo, una dicha que nos hace muy felices.
Rita Mocker, de Cajamarca

Animando a leer

La Emergencia sanitaria que estamos viviendo no ha podido detener nuestro afán de motivar a que nuestros estudiantes lean, más allá de las lecturas obligatorias, que realizan para desarrollar las tareas.
Nos propusimos aprovechar los momentos libres en casa, proponiéndoles actividades distintas que les conectaran con una variedad de libros y textos.
Hoy estamos en la fase de motivación e inscripción y ya tenemos un grupo de veinticuatro estudiantes de diferentes grados que se han inscrito y forman parte del grupo de WhatsApp de lectura, donde se les ha propuesto compartir una frase, una expresión, un párrafo u opinión de aquello que están leyendo libremente.
Varios ya están participando. Nosotros, contribuimos fortaleciendo la interacción y aportando también lo que venimos leyendo. Es una deliciosa sopa de palabras, listas para alimentar nuestro corazón y nuestra mente.
El lunes 15 de junio hemos tenido nuestra primera actividad virtual, un recital, para que todos los participantes gocen leyendo y escuchando las hermosas creaciones de distintos autores.
El equipo está entusiasmado y, como nuestros queridos estudiantes, seleccionando también, el poema que compartiremos.
Elizabeth Olano, de Jaén.

Leer la realidad

Nuestro compañero Alfredo Mires Ortiz ha venido exponiendo –durante este tiempo de confinamiento–, en diversas plataformas a las que ha sido invitado.
Desde hace ya casi 50 años se viene gestando una propuesta en la Red, desde las comunidades y para las comunidades, publicando sus propios libros, respetando y revalorando la sabiduría ancestral, y Alfredo con humildad nos dice: “Bregamos sin descanso para que una sociedad justa sea posible”, aunque 50 años es poco porque el proceso es duro. Y nos dice también que la dignidad y el respeto no tienen que ver con dinero, poder ni títulos:
- Ojalá fuéramos capaces de hacer un examen de conciencia nacional.
- ¿Por qué el nombre de la plataforma “Aprendo en casa”?, ¿quiere decir que antes no aprendíamos en casa?
- ¿Qué estamos enseñando y qué estamos aprendiendo?
- ¿Qué tipo de humano voy a contribuir a formar hoy día?
- La lectura y escritura son condiciones indispensables para la formación de los seres humanos.
- La reserva moral de nuestros países seguramente está en quienes nunca fueron a la escuela.
- Los docentes deben admitir que existe un problema y reconocer sus características.
Gracias, Alfredo, por compartirnos tus reflexiones.

De regreso al pueblo

Desde que empezó el Estado de emergencia en nuestro país, hemos visto con mucha frecuencia noticias de personas y hasta familias completas desesperadas por salir de las grandes ciudades, principalmente de la costa (más aun de Lima), para volver a sus lugares de origen, a su pueblo, a su comunidad.
Las razones: no hay más trabajo, hay mucho contagio, ya no hay dónde vivir, etc. Lo extraño es que no se escucha a estas personas decir que quieren volver a su pueblo porque extrañan la chacra, la vida humilde, sencilla, sana. Pareciera que solamente el hecho de no tener más dinero efectivo, trabajo de lo que sea o una casa alquilada, es el único motivo, porque ni siquiera el temor al contagio parece ser tan grande: mucha gente se ha contagiado, incluso, en el camino.
Es sabido que mucha gente caminó durante semanas; otros fueron favorecidos con algún viaje humanitario y el gobierno invirtió fuertes sumas en pruebas de descarte del virus, en albergues y alimentación para mantener a estas familias, a estas personas, durante la cuarentena obligatoria que debían guardar al llegar a sus pueblos.
Y de ahí viene la preocupación, de no saber si cuando todo esto se calme o termine, la gente continuará su camino de regreso, o si quienes lograron llegar a sus pueblos y comunidades se quedarán ahí a trabajar la chacra, a ayudar a los padres, a los abuelos; o si, por el contrario, en cuanto nuevamente consigan juntar para el pasaje volverán a la costa, a las grandes ciudades, al padecimiento a cambio de unos Soles.
Pero el pueblo es generoso, la comunidad recibe, espera paciente el regreso de quien se fue. Y siempre estará esperando.
Otros, que vivimos en la ciudad, que vamos a la chacrita solo de visita, solemos extrañar de veras esa paz del pueblo chico, el aire fresco, el silencio. Extrañamos a la gente buena, trabajadora, que sale muy temprano a la chacra y regresa cargando el fruto bendito de la tierra. Esos lugares limpios a los que ahora no podemos volver.
¡Qué ganas de ir a la chacra de mama Yola! ¡Qué ganas de ir a Ichocán!
Lola Paredes

Cuando una biblioteca se incendia

En estos días escuché al compañero Alfredo recordándonos aquello que “Cuando muere un anciano, una biblioteca arde”, se me ocurrió la siguiente historia:
En un pueblo cercano los niños vivían sus historias escuchando al abuelo. Cada tarde se sentaban alrededor del banco donde él solía estar mirando el atardecer. Un día el abuelo ya no estaba aquel lugar; los niños lo buscaron y preguntaron por él: “Ha enfermado; está muy grave”, les dijeron.
Los sueños, la alegría y la vida de los niños también enfermaron. Todo era silencio y monotonía. Aquel banco estaba vacío, aunque lleno de soledad, extrañando a aquel anciano.
Aquel hombre de mirada viva y que brillaba al contar sus historias, ya no estaría más: los niños sintieron que su biblioteca se había incendiado.
Marleny Olivera, de San Ignacio

Acerca de literatura infantil

A inicios del mes de junio, la Dirección Regional de Educación de Cajamarca invitó a nuestro compañero Alfredo Mires Ortiz a conversar con sus profesores y coordinadores sobre literatura infantil y Bibliotecas Rurales.
Como siempre, Alfredo deja hondas reflexiones sobre la educación en general y, en este caso particular, sobre la llamada ‘Literatura infantil’.
Para él este tipo de literatura comúnmente está hecha por adultos que no se ponen a la altura de la genialidad de los niños, por lo que crean obras con pinta y colorido en un afán de aniñamiento sin pensar mucho en el sentido de los contenidos; así las cosas, los niños no quieren leer literatura infantil, la que en mucho “está saturada de adultez o niñez en declive”.
Exhorta al lenguaje cotidiano, estar prestos a ser inspiradores de la lectura y conservar la “lactancia cuentera” para los hijos y la familia, reivindicar el sano orgullo de lo propio: el respeto a la tierra, a los animales, a las plantas, a las semillas, porque la enunciación de la palabra fortalece las junturas y los vínculos; las palabras tienen la fuerza y el color para lograr ver y conocer nuestra propia manera de ver y ser en el mundo.