Mi
familia materna es del campo y desde chiquita he acompañado a mi abuela y mis
tías a deshierbar la chacra, a regar y a cosechar. También en mi casa teníamos
un huerto y cuidarlo era tarea de todos.
En este
tiempo de la pandemia, ya en nuestra casa aquí, en Cajamarca, hemos empezado a
sembrar y criar: lechugas, betarragas, zanahorias, zapallo, maíz, frejol y
papas…y desde hace un par de semanas nos acompañan dos hermosas gallinas y un
gallo.
Siempre
he tenido mucho respeto por las personas que trabajan la chacra o crían sus animales:
su día a día es duro, su trabajo fuerte, y son ellos los que sustentan la vida
de miles de personas, de todo un país, de todo el mundo.
Ahora,
con la poca experiencia adquirida, tengo mayor admiración, consideración y
aprecio para quienes nos alimentan con el sudor de su frente y el trabajo de
sus manos.
Pero
también empiezo a comprender la satisfacción que sienten nuestros hermanos del
campo cuando ven brotar las primeras hojas de sus papas o enredar los pigüelos
del frejol en las tiernas plantitas del maíz; siento mucha gratitud al observar
a nuestras gallinas rascando en el compost… y la alegría al recoger uno de sus
huevitos es inmensa. Aprender eso es un gozo, una dicha que nos hace muy felices.
Rita Mocker,
de Cajamarca
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