mayo 31, 2023

El regalo

Si te digo que es el sol
tu regalo de cumpleaños
¿de ónde saco los bomberos
para el incendio y los daños?

Puedo ofrecerte la luna
pero no hay como bajarla
y aunque la bajara no hay
la cinta con qué amarrarla.

Si te ofreciera un cometa
no hay manera de atajarlo,
y aunque le hablara bonito
¿dónde para estacionarlo?

No hay lazo pal arco iris
ni pa toditas las flores
y además vos ya tienes
todavía más colores.

Un tanque que dispara risa,
un robot que sea amigo,
una muñeca lectora…
¿y ahora dónde los consigo?

¿Y si invento un cosquilleo
de esos que alteran la calma?
¿y si te digo que aquí
está escribiendo mi alma?

Cuando un pobre hace un regalo
no es una cosa que da:
es su vida la que entrega,
es su espíritu el que va.

Así que el viento te lleva
risas y ánimo sin lazos
y a tu puerta estoy llegando
con toditos mis abrazos.

Alfredo Mires
“Resuellos”

Nos reencontramos

Así, en medio de muchos sentires, con proyectos pendientes; nuevamente nos encontramos el pasado 15 y 16 de abril, en nuestra sede central en la ciudad de Cajamarca, con el compromiso de cuidarnos, de aprender, de compartir experiencias, de seguir siendo nuestra gran familia de Bibliotecas Rurales.
Esta Asamblea, como todas las que hemos tenido, tuvo también un toque particular. Aquí estuvimos leyendo, reflexionando, planteando alternativas y disfrutando con mucha alegría la compañía de grandes amigos; algunos de manera presencial, otros de manera virtual. Hay quienes, con seguridad, desde tierras muy lejanas nos tuvieron en sus pensamientos y otros desde el más allá, con sus bendiciones.
Agradecemos la presencia en este reencuentro de los amigos de la escuela de Gobernanza de Moyobamba, de la Asociación PRATEC; de quienes aprendimos mucho y seguramente serán portadores de la labor de la Red, seguirán contando las historias de nuestros abuelos y se sumarán para mantener viva la memoria de nuestros pueblos.

Alfredo, siempre con nosotros

El 16 de abril se cumplieron seis meses de la partida de nuestro querido Alfredo Mires; sin embargo, cuando hablamos de Alfredo, no pensamos en la muerte, sino en la vida que compartió con nosotros y que fue dejando en cada uno de los pasos que dio por las comunidades campesinas. Por ello, si de recordar se trata, preferimos recordarle vivo, con sus risas y consejos, con sus ideas geniales y los nuevos proyectos para nuestra amada Red de Bibliotecas Rurales.
Pensando en cómo agradecerle también por todo su legado, decidimos reunirnos ese domingo 16 de abril a las 6 de la mañana, como a él le habría gustado -pues Alfredo siempre se levantó temprano para aprovechar mejor cada día como disfrutar del amanecer-, y dedicarle una oración, según las costumbres de nuestros pueblos. Así, nuestro compañero Antero Vásquez, de Pújupe Alto, en Bambamarca, recitó sus sentidas oraciones recordando también la pasión de Cristo, hacía mucho tiempo que no escuchábamos estas oraciones. A don Antero se unieron dos grandes amigos: el padre Panchito, como le decimos cariñosamente, y Marco. Además, no faltaron las canciones dedicadas por nuestra amiga Noemí.
En esta celebración, no podía faltar el paguito a la tierra, pues es uno de sus tantos legados y encargos para cumplir.
Después de esta oración matutina, compartimos juntos, como familia, el rico caldo verde que Alfredo también disfrutaba, con su canchita y su quesillo.
Gracias, Alfredo, por reunirnos en torno a la oración, a la mesa, a la lectura y al trabajo.

De la Minga, los libros y demás colores

Este primer sábado de abril pudimos participar de una pequeña minga, para seguir dando el resuello y el cariño a nuestros libros. En este tiempo donde la indiferencia es quien marca la pauta, nosotros seguimos creyendo en la comunidad y el trabajo desde ella, que es donde nacen las mejores amistades y donde nuestros libros encuentran su verdadero cauce.
Colaboramos en distintos trabajitos, que nos ayudan a crecer, que nos recuerdan quienes somos y cuanto camino hemos recorrido, siempre de palmo a palmo con nuestros libros bajo el brazo. 
Hemos pintado nuestra casa con los decires que nos impulsan a seguir trabajando: para darles voz a nuestras comunidades y que nuestros andares sigan siendo semilla.
Nos alegra el compartir con nuestros voluntarios en familia, recordándonos y animándonos. Sabemos todo lo que conlleva el camino que escogimos, siempre habrá murallas y abismos con los que bregar, pero lo haremos desde el abrazo sincero de esta gran familia de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca.
Como diría Eduardo Galeano: La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que camine nunca la alcanzaré. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar.

Del principio al comienzo

Hace unas semanas me mudé y, como en el crecer hay cosas que se quedan y otras que se van, decidí donar algunos de mis juguetes y mis libros; así que me encaminé con mi morral y mis zapatos viejos. Salí de mi casa junto con Mara para dejar huella en la tierra y, quizás sin quererlo, también en las mentes. Pero, lo que menos me esperaba es que Mara y yo fuésemos marcados con el recuerdo. 
Vivo en Marinilla, un pueblo de Antioquia, Colombia; aquí se le conoce orgullosamente como la Esparta Colombiana, donde en épocas de revolución el pueblo luchaba con estrategia y audacia, donde libertadores como José María Córdova murió. Y yo, junto con Mara, la hija menor de Alfredo Mires, con la intención de alegrarle la tarde a algunos niños con juguetes, quizá a algunos con un libro, recorriendo las calles en las que muchos años atrás germinaba una de las cunas de la libertad y sin pensar mucho en todo lo que el observar y preguntar puede cambiar en mí y en lo que se observa.
Llevaba mi morral lleno de libros, algunos de los cuales no había leído y otros que había leído más de 3 veces y, tras caminar por unas cuantas horas por las zonas rurales y las librerías de Marinilla, llegamos a “Un lugar de la Mancha Café-Libros”. Esta es una cafetería única en el pueblo, pues para llegar tienes que atravesar un estrecho corredor, subir unas escaleras e ir con cuidado, pues, en cada escalón, estante, silla, mesa y hasta en el suelo hay al menos un libro esperándote.
Así que, cansados y con frío, nos tomamos un café, Mara miraba algunos de los libros que estaban en las estanterías, habían desde libros de historia, comedia, literatura, hasta diccionarios, pero, curiosa y casi que mágicamente ella logró ver el lomo de un libro, uno que se le hacía familiar, sin pensarlo mucho lo tomó y vió que se trataba de Qayaqpuma, el tomo cuatro escrito por Alfredo Mires, nos tomó incluso un momento para creer que de sus manos llegara a las nuestras, que desde el principio de la Red, llegara a nuestro comienzo.
Juntos recorrimos el pueblo, las calles y las librerías, pero ¿cuál fue el camino que tomó este libro para llegar aquí? ¿A nosotros? Tal vez su historia sea más simple y corta de lo que creo, pero, quizá este libro también estuvo en un morral como el mío, tal vez quien lo dejó ahí, recorrió Perú, atravesó Colombia y llegó a ese pequeño pueblo, tal vez este libro también recorrió calles que en algún momento se llenaron de gloria y anhelos, esta persona quizá se tomó un café como el mío y dejó ir lo que Alfredo escribió para que llegara a otras mentes, para que cambiara lo que se observa.
Mateo Oquendo Velásquez

Día de canje en Bibliotecas Rurales

Aunque las Bibliotecas Rurales me son conocidas desde sus inicios, recién el 16 de abril de este año 2023 tuve la oportunidad de observar y participar en el cierre de una asamblea del equipo central de Bibliotecas y bibliotecarios venidos de varios puntos de Cajamarca.
El 16 de abril fue también la conmemoración de los seis meses del fallecimiento de Alfredo, fundador con John Medcalf de esta obra que trasciende las fronteras de Cajamarca y del Perú.
Al cierre de la asamblea, la Sala Mayor de Bibliotecas se transformó de pronto en una biblioteca con cientos de libros, perfectamente distribuidos según los temas. Ahí había libros para todos los intereses de los bibliotecarios, que conocen lo que sus comunidades quieren y necesitan: salud, abonos, crianza de animales, literatura peruana y universal, religión y muchos temas más. Sobre el estrado, sobre llicllas multicolores, estaban el mayor tesoro de Bibliotecas Rurales: los libros que contienen el rescate de infinidad de elementos culturales del mundo rural cajamarquino. Cada tomo fue trabajado a conciencia y con minuciosidad, por Alfredo, los bibliotecarios, los ancianos de las comunidades y el aporte bienvenido de todos los que tenían algo que brindar. Esta Biblioteca Campesina es un compendio de la sabiduría rural con temas que van desde las pinturas rupestres hasta relatos ancestrales que oralmente se han mantenido de generación en generación. No sé de otra entidad que con tanta meticulosidad y empeño haya rescatado las muchas facetas del saber del mundo rural.
Terminada la asamblea y armada la biblioteca, vino el momento del canje. Cada bibliotecario podía escoger todos los libros que deseara para llevar a su comunidad, previa devolución de los que llevara la vez anterior. Sin embargo, son muy pocos los libros que se devuelven, no por picardía o pérdida, sino porque los libros ya forman parte de las comunidades, se convierten en fuente de consulta, en su propia historia, cultura y cosmovisión y quieren tenerlos cerca, en la vivienda del bibliotecario al que pueden recurrir en cualquier momento.
Habían dispuesto de cajas de cartón porque hubo bibliotecarios que llevaron entre treinta a cuarenta libros. Lo que más buscaban eran libros sobre salud, sobre cultivos, sobre historia, religión e incluso literatura. Un bibliotecario buscaba afanosamente las obras del Padre Miguel Garnett y le pude ayudar a encontrar tres de sus obras.
Entre seleccionar, rellenar las hojas donde apuntan los libros que llevan y su código, y el embalaje, fácilmente pasaron unas dos horas. En todo ese tiempo, Rita, Rumi, Karina, Lola, y los voluntarios de la Red estaban a disposición de los bibliotecarios ayudándoles a encontrar lo que necesitaban, sugiriendo, recomendando…
Los libros sobre el estrado, es decir las publicaciones de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, los tomaban a manos llenas.
Todos, sin excepción, llevaron los últimos tres libros que Alfredo dejó listos para su publicación: “Ser comuneros”, “Piedras vivas, pueblos vivos” y “Pedro Urdemales en Cajamarca”. Habían sido presentados pocos días antes en una hermosa ceremonia que fue un homenaje a la capacidad de Alfredo de trabajar hasta sus últimos momentos.
Terminó la acción canje con una minga: más de quince en cadena regresaron los libros al almacén, otros limpiaban, otros doblaban las mantas y juntaban carteles.
Una hermosa experiencia de cómo el interés por el saber, con el vehículo de los libros, va echando raíces en nuestro mundo rural cajamarquino. Y todo en un ambiente de cálida fraternidad.
Mónica Buse

Cuando el Apu se encontró entre Libros y Nubes

Nacemos despojados, con mucha inocencia y capacidad de asombro. Luego nos imponen el cemento y poco a poco nos perdemos… mucho tiempo pasa antes de caer en cuenta en este hecho. 
Sin embargo, a veces la vida se entreteje para que encontremos a las personas y espacios correctos. Para que esto suceda hay un paso importante que dar: “aprender sobre la voluntad y el agradecimiento con la vida”. Partiendo de aquí podemos decir que, en el camino, hemos encontrado amigos y aliados entrañables.
Soy miembro de una Asociación Cultural llamada APU. Este es un grupo humano comprometido con la gestión y promoción cultural desde la vida comunitaria. En uno de los caminos que hemos transitado desde nuestro comienzo nos encontramos con la familia de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Este encuentro maravilloso y el vínculo que hemos creado se debe a nuestras visiones en común: nuestra voluntad de trabajar en comunidad y el agradecimiento a nuestra tierra, a nuestras raíces y a nuestra cultura. 
Este andar también nos llevó a conocer a Alfredo Mires Ortiz, con el que tuvimos la oportunidad de compartir espacios, conversaciones y formas nuevas de ver el mundo. 
De estas formas y añoranzas nacieron caminos, nacieron ideales, nacieron sueños y, al final, surgió un nuevo compromiso: el de sumarnos a los esfuerzos para, juntos, ver ese mundo soñado por la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca y, con ello, el entrañable cariño por los bibliotecarios, los comuneros, la minga, los Apus, el Ayllu y todos los vivientes que dan impulso y resuello a este camino que nos junta.
Mauricio Pérez

Visitando el punto de partida

El Puma convocador, la montaña tutelar de Cajamarca, el amado Qayaqpuma, nos abrió sus puertas algunas semanas atrás.
No tuvimos que dar explicaciones sobre nuestro origen, nuestras pretensiones o nuestro estado, solo abrió uno de sus recodos y nos invitó a visitarlo, acompañarlo y recorrerlo.
Así llegamos, algunos voluntarios de la Red y de la Asociación Cultural APU, con la botella de agua al hombro, el corazón lleno de sueños, deseos, experiencias por compartir.
En aquel espacio lleno de calma, recordaba lo que nos decía Ciro Alegría a través de Lucas Vilca en "La Serpiente de Oro" sobre aquel hombre que muere a mitad del viaje por no saber bien el punto de llegada y haberse olvidado del punto de partida. Así, sentí que estábamos en el camino correcto, en el tiempo y espacio adecuados para re-sentir nuestras andanzas.
En el camino hacia la cima hallamos tumbas de abuelos nuestros, saqueadas, pinturas impregnadas en rocas infinitas,renacuajos aprovechado las fuentes de agua limpia y pasando allí su última etapa antes de mudarse a los peñascos como ranas y sapos. Quindecitos llamaban nuestra atención, bromelias, orquídeas, flores silvestres y plantas medicinales nos acompañaban en todo el recorrido.
Después de mucho tiempo he vuelto a sentir ese placer que solo se encuentra cuando se anda en el camino correcto.