Hace unas semanas me mudé y, como en el crecer hay cosas que se quedan y otras que se van, decidí donar algunos de mis juguetes y mis libros; así que me encaminé con mi morral y mis zapatos viejos. Salí de mi casa junto con Mara para dejar huella en la tierra y, quizás sin quererlo, también en las mentes. Pero, lo que menos me esperaba es que Mara y yo fuésemos marcados con el recuerdo.
Vivo en Marinilla, un pueblo de Antioquia, Colombia; aquí se le conoce orgullosamente como la Esparta Colombiana, donde en épocas de revolución el pueblo luchaba con estrategia y audacia, donde libertadores como José María Córdova murió. Y yo, junto con Mara, la hija menor de Alfredo Mires, con la intención de alegrarle la tarde a algunos niños con juguetes, quizá a algunos con un libro, recorriendo las calles en las que muchos años atrás germinaba una de las cunas de la libertad y sin pensar mucho en todo lo que el observar y preguntar puede cambiar en mí y en lo que se observa.
Llevaba mi morral lleno de libros, algunos de los cuales no había leído y otros que había leído más de 3 veces y, tras caminar por unas cuantas horas por las zonas rurales y las librerías de Marinilla, llegamos a “Un lugar de la Mancha Café-Libros”. Esta es una cafetería única en el pueblo, pues para llegar tienes que atravesar un estrecho corredor, subir unas escaleras e ir con cuidado, pues, en cada escalón, estante, silla, mesa y hasta en el suelo hay al menos un libro esperándote.
Vivo en Marinilla, un pueblo de Antioquia, Colombia; aquí se le conoce orgullosamente como la Esparta Colombiana, donde en épocas de revolución el pueblo luchaba con estrategia y audacia, donde libertadores como José María Córdova murió. Y yo, junto con Mara, la hija menor de Alfredo Mires, con la intención de alegrarle la tarde a algunos niños con juguetes, quizá a algunos con un libro, recorriendo las calles en las que muchos años atrás germinaba una de las cunas de la libertad y sin pensar mucho en todo lo que el observar y preguntar puede cambiar en mí y en lo que se observa.
Llevaba mi morral lleno de libros, algunos de los cuales no había leído y otros que había leído más de 3 veces y, tras caminar por unas cuantas horas por las zonas rurales y las librerías de Marinilla, llegamos a “Un lugar de la Mancha Café-Libros”. Esta es una cafetería única en el pueblo, pues para llegar tienes que atravesar un estrecho corredor, subir unas escaleras e ir con cuidado, pues, en cada escalón, estante, silla, mesa y hasta en el suelo hay al menos un libro esperándote.
Así que, cansados y con frío, nos tomamos un café, Mara miraba algunos de los libros que estaban en las estanterías, habían desde libros de historia, comedia, literatura, hasta diccionarios, pero, curiosa y casi que mágicamente ella logró ver el lomo de un libro, uno que se le hacía familiar, sin pensarlo mucho lo tomó y vió que se trataba de Qayaqpuma, el tomo cuatro escrito por Alfredo Mires, nos tomó incluso un momento para creer que de sus manos llegara a las nuestras, que desde el principio de la Red, llegara a nuestro comienzo.
Juntos recorrimos el pueblo, las calles y las librerías, pero ¿cuál fue el camino que tomó este libro para llegar aquí? ¿A nosotros? Tal vez su historia sea más simple y corta de lo que creo, pero, quizá este libro también estuvo en un morral como el mío, tal vez quien lo dejó ahí, recorrió Perú, atravesó Colombia y llegó a ese pequeño pueblo, tal vez este libro también recorrió calles que en algún momento se llenaron de gloria y anhelos, esta persona quizá se tomó un café como el mío y dejó ir lo que Alfredo escribió para que llegara a otras mentes, para que cambiara lo que se observa.
Mateo Oquendo Velásquez
Juntos recorrimos el pueblo, las calles y las librerías, pero ¿cuál fue el camino que tomó este libro para llegar aquí? ¿A nosotros? Tal vez su historia sea más simple y corta de lo que creo, pero, quizá este libro también estuvo en un morral como el mío, tal vez quien lo dejó ahí, recorrió Perú, atravesó Colombia y llegó a ese pequeño pueblo, tal vez este libro también recorrió calles que en algún momento se llenaron de gloria y anhelos, esta persona quizá se tomó un café como el mío y dejó ir lo que Alfredo escribió para que llegara a otras mentes, para que cambiara lo que se observa.
Mateo Oquendo Velásquez
1 comentario:
Hace unas semanas pude conocer a Mateo Oquendo, una persona extraordinaria, maravillosa, crítica, amable y solidario. Paseando con Mara y Mateo por Marinilla, un lindo pueblo del oriente antioqueño, me invitaron a tomar un "tintico", este pequeño y sabroso café colombiano, al café-biblioteca "Un lugar de la Mancha" y me enseñaron el ejemplar de "Qayaqpuma" que aún se encuentra ahí. Hablamos de Alfredo, charlamos sobre los libros y los caminos de la vida. Gracias, Mara y Mateo, por este recuerdo tan emotivo, por este momento tan especial, por su amor y cariño.
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