septiembre 28, 2015

¡A la Asamblea!

¡Trueno cómplice,
vendaval compañero:
despierten a todos
que estamos viniendo!

septiembre 27, 2015

Lecturas

Nada vale tanto la pena de ser encontrado como aquello que jamás ha existido.
Pierre Teilhard de Chardin

Tinku por “Cosmovivencia”

El día 16 llevamos a cabo un Tinku (encuentro) para el lanzamiento de la segunda edición de nuestro libro “Cosmovivencia – La concepción del mundo desde la tradición oral cajamarquina”.
Este tinku ha tenido un toque muy especial por la grata presencia de las estudiantes del segundo grado de secundaria de la Institución Educativa “Santa Teresita” y de Ana Portal, su profesora de Comunicación.
Ellas, con una naturalidad exquisita y con sinceras muestras de aprecio por este libro nuestro, nos contaron sus experiencias de lectura en el aula y en el seno de sus familias.
Para nosotros ha sido realmente aleccionador saber todo lo que para ellas significa.
El término “Cosmovivencia” no existe en el diccionario: es una palabra creada por nuestro compañero Alfredo Mires, quien construyó el libro, para hacer referencia a las formas de vida de las Comunidades, a la relación de todo lo que existe en el universo. “Todo está en todo”, dice el último de los 48 principios con los que está estructurado el libro.
“Cosmovivencia” es más especial para nosotros con cada día que pasa y con cada experiencia que conocemos. En él han escrito comuneros y comuneras que dedican valiosos momentos de su vida al recojo de la tradición oral.
De él escribió nuestro querido compañero Eduardo Galeano. De él leen y aprenden, con alegría, este sólido grupo de adolescentes que luego comparten con sus propias familias. De él también se nutren y caminan los lectores de nuestra Red en las distintas comunidades cajamarquinas.

septiembre 15, 2015

Andares en Yunchaco‏: Tierra nuestra

(Apuntes de Alfredo Mires; visita a la zona de Yunchaco, provincia de Cutervo. Agosto 2015)
Nos detenemos de golpe: en un recodo del camino entrando al pueblo, una larga caravana de hormigas atraviesa la senda. Son hormigas rojas, grandes, y van cargadas de hojas, palitos y granos.
Maicol, de diez años, que está con nosotros, sentencia:
– Más tarde va a llover.
– ¿Cómo sabes? –le pregunto.
– ¿No lo ves? Las hormigas nos están avisando.
Miro al cielo y no veo una sola nube. Dudo, como los astrónomos del cuento que me relataron los comuneros, hace ya muchos años, en las alturas de Sayapullo.
Al fin de la tarde, el cielo se preñó de nubes y el aguacero se desató con sus cantares de agua.
No supe entender a las hormigas: ellas se apresuraban llevando su comida y esas hojas, imagino, de paraguas.
– ¿No sentiste además el calor que avisa la lluvia? –me pregunta César, comunero, papá de Maicol y coordinador de las bibliotecas.
– ¿Te refieres al “sol de lluvia”?
– No –me explica–: es el calorcito que uno mismo siente sabiendo que va a llover.
“Estamos también perdiendo la capacidad de leernos a nosotros mismos”, me digo. Felizmente las hormigas no van a las universidades: para aprender hay que acechar y asombrarse siempre. Así uno puede comprender más, y gratis, porque la tierra no escatima enseñares.
No hay más camino que esta juntura, generosa y fértil, de todos con todo, entre todos, por todo.
Ayer mataron un coche (cerdo): esa cocina era una fiesta, todos trabajando, conversando, riendo, contando, celebrando. Y todo fue compartido, como comparte la tierra. No hubo vecino que no probara un chicharrito.
El día que regresaba, de madrugada, don Mariano –un mayorcito de la comunidad– se me acercó con una bolsita de café:
– Es de mi chacrita –me dijo–: lleve para su camino.
Y el abrazo, hondo.
Entrando desde el norte a Cajamarca, pueden verse las gigantescas tarascadas que vienen sufriendo los cerros, lacerando también a sus hijos.
Esto revela y rebela la historia que nos asedia, plagada de vaciedad individualista, infestada de megalomanía extractivista.
Los pobres dan incluso lo que les falta; los codiciosos quitan incluso lo que les sobra.

Bibliotecas Rurales para la paz en Colombia

Colombia necesitó más de cincuenta años de guerra para darse cuenta que una política agraria responsable es indispensable para generar desarrollo en el país y apagar el combustible de la guerra.
Así lo demuestra el primer punto aprobado en las negociaciones que se están adelantando en La Habana, Cuba, entre la guerrilla de las FARC y el gobierno nacional. Y no es para menos. Los resultados del último censo rural revelan la magnitud de la brecha que existe entre el campo y los centros urbanos del país: para comenzar, el 20% de la población rural entre 5 y 16 años no asiste a ninguna institución educativa; el 72% de la gente joven entre 17 y 24 años no tiene acceso a la educación; y más de un 11% de la población campesina mayor de 15 años, no sabe leer y escribir. Según el índice de pobreza del campo, éste es del 44%, el doble del registro nacional y casi tres veces más que el índice de pobreza urbana que, para el año 2014, estaba en un 15%.
Con dicha situación, el Estado colombiano tendrá que hacer un esfuerzo mayor para impulsar políticas agrarias encaminadas a generar riqueza en las zonas rurales para las familias campesinas, y tendría que enfocarse en mejorar las condiciones educativas en el sector rural.
El XXV Encuentro Nacional de Bibliotecas de las Cajas de Compensación Familiar, “Bibliotecas para el Posconflicto”, realizado recientemente en la ciudad de Yopal – Casanare, dejó en claro que las bibliotecas rurales podrían constituirse en una importante estrategia para llegar a los lugares más apartados de Colombia.
Alfredo Mires Ortiz, antropólogo, Gestor y Asesor Ejecutivo de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, Perú, estuvo en el evento de bibliotecas y brindó algunas pistas relacionadas con su experiencia en el campo, en la zona andina, al norte de Perú. Una de las cosas que más llamó la atención en el encuentro de bibliotecas, fue su visión política de la lectura, como un asunto de dignificación de los campesinos. Con ejemplos claros, Alfredo Mires ilustró el mal que viene aquejando a las personas que habitan las zonas rurales, partiendo de la discriminación a que han sido sometidos desde tiempos de la colonia española; como muestra de ello, Alfredo “sacudió” a los asistentes haciendo referencia a los significados despectivos que se obtienen incluso del diccionario sobre la palabra rural.
Pero Alfredo Mires fue mucho más allá de la crítica y enfocó su conferencia en su maravillosa labor realizada en el campo: La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca es una organización sin ánimo de lucro, que se constituye en movimiento educativo y cultural desde 1971, sustentado por campesinos de la región cajamarquina, empeñados en rescatar sus valores ancestrales, utilizando como herramientas el libro y la tradición oral. Dicha experiencia se desarrolla mediante diferentes trabajos educativos en relación al analfabetismo como tal y analfabetismo funcional, lo que permite desarrollar entre la población las capacidades reflexivas a través de la lectura y su aplicación en el diario vivir. La Red de Bibliotecas Rurales se ha adaptado al medio de la zona andina y es orientado por los mismos campesinos, bajo unos principios básicos de canje de libros, trabajo voluntario, decisiones de la comunidad y la ausencia de burocracia.
Sin embargo, a mi juicio, lo más importante de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca es que los libros que se intercambian no solo son aquellos clásicos de la literatura universal, que nos cuentan historias acaecidas en otros lugares del mundo y escritos en épocas remotas. Los libros que se intercambias en las zonas rurales de Cajamarca son los que han sido escritos desde las entrañas de las mismas comunidades, como una forma de prolongar su tradición oral y sus costumbres ancestrales. La profusa Biblioteca Campesina de la región cajamarquina cuenta con innumerables títulos que exaltan la tradición y la dignidad de un pueblo que se resiste a sucumbir ante la avalancha de la modernidad y la globalización. Así, le han dedicado muchas páginas a sus tejidos, a sus prendas, al barro, a sus danzas, su música, sus mitos, la forma de concebir del tiempo, la familia, la medicina, los animales y, por supuesto, la madre tierra; el mejor libro que existe y que requiere ser leído permanentemente porque constituye la fuente primaria de vida y de sustento.
Así concibe la comunidad, el Proyecto Enciclopedia Campesina, de Cajamarca, Perú:
“Las tradiciones orales en nuestras comunidades son una fortuna. Esos saberes son la creatividad y la riqueza de nuestra cultura. Nosotros rescatamos estos testimonios en todas las comunidades, en el camino de escribir nuestra propia historia. Estamos recogiendo los cuentos y costumbres para alumbrarnos, educarnos y animar a todos a revalorar nuestra cultura mediante el Proyecto Enciclopedia Campesina”.
En tal sentido, la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca (Perú) es una experiencia de trabajo digno de tener en cuenta en Colombia de cara al Posconflicto. El mayor reto ahora del Estado colombiano, es devolverle al campo la dignidad que se merece, propiciando estrategias que permitan dejar de verlo como una simple despensa donde se producen alimentos o se extraen hidrocarburos; es entender la riqueza que tienen los pueblos campesinos, su cultura, sus tradiciones y costumbres; propiciando desarrollo para que la gente regrese al campo y viva el campo...
Wilson Flórez Valencia
Presidente Red de Bibliotecas de las Cajas de Compensación Familiar

Enseñar aprendiendo

Desde el año 2014, los jóvenes estudiantes del Instituto Superior Pedagógico –en la provincia de Chota– que se aprestan a concluir este año sus estudios de educación primaria, se incorporaron como participantes del Proyecto Enciclopedia Campesina.
Sus proyectos de tesis están basados en la elaboración de materiales educativos con el conocimiento tradicional andino.
A fines del mes de agosto, el grupo de estudiantes en pleno –con la participación y apoyo de algunos de sus docentes–, tuvieron en la ciudad de Chota un taller con nuestro compañero Alfredo Mires, para abordar el procesamiento de textos desde la tradición oral.
Aunque los estudiantes ya se hallan, paralelamente, realizando sus prácticas en centros educativos rurales, comprueban que no es posible enseñar si a la vez no se sigue aprendiendo.

Susana de los ojos negros

Ojo de poeta, Ojo morado, Ojo de venus, Tunbergia, Anteojo de poeta, Ojitos negros… estos son algunos de los nombres que tiene la Thumbergia alata, a quien nosotros más conocemos como Susana de los ojos negros.
Esta planta trepadora, de la familia de las Acantáceas, es nativa de África sudoriental. Y es preciosa, con sus cinco pétalos de colores encendidos.
Nosotros que sabemos de todos los esfuerzos que se han hecho para construir nuestra casa –la casa de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca–, fruto del afecto mingüero (el trabajo voluntario de la comunidad), tratamos siempre de alujarla con las plantitas. Por eso, con el mayor cariño y gratitud recibimos un par de plantitas de esta querida Susana. Y, a pesar que no les gusta el frío, aquí andan creciendo, una en un rojo aún tímido y otra con un amarillo entusiasta.
¡Celebramos su presencia entre nosotros!

septiembre 14, 2015

13 de septiembre

El día 13 de septiembre es el “Día del Bibliotecario” en Argentina.
En su blog “Libros vivientes”, nuestro amigo Daniel Canosa escribió su saludo tomando como base algunas de las notas publicadas en nuestros “Andares”.
Gracias, Daniel: hacemos llegar también nuestros abrazos. Y la nota:

Lecturas

Una viñeta de Quino.

septiembre 08, 2015

Andares en Yunchaco‏: leer

(Apuntes de Alfredo Mires; visita a la zona de Yunchaco, provincia de Cutervo. Agosto 2015)
Caminando, como conversar, pregunto a Rigoberto –un joven comunero de Yunchaco– cómo fue para él aprender a leer:
– Aprendí nomás –me dice–, pero nunca leí.
Rigoberto no recuerda ningún título ni autor de su paso por la escuela.
– Nos hablaban de algunos escritores, pero era como si fueran de otro país. Y era para el examen… Una vez un profesor nuevo nos dijo que teníamos que comprar una obra: ¡¿de dónde íbamos a comprar ese libro si apenas teníamos para comprar comida, y dónde para comprarlo?! Por eso ni siquiera le agarrábamos cariño a la lectura… En la ciudad debe ser diferente porque aunque sea uno tiene los carteles de propaganda para leer, pero aquí en el campo ¿qué carteles íbamos a leer?
– ¿Y ahora, con la Biblioteca Rural? –le pregunto.
– ¡Eso es otra cosa! Eso es como mi casa. Ahí leo porque quiero y con ganas; ahí nadie me ordena ni me amenaza. Si me equivoco leyendo en voz alta es normal: entre todos nos corregimos y nos alegramos aprendiendo. Y además, con los libros de cuentos (de la Biblioteca Campesina) se me fue quitando el miedo: yo nunca pensé que los libros podían hablar como nosotros. Y cuando ya le agarré camote (confianza o cariño) ya pude leer mejor otros libros.
– ¿Qué has comprendido con eso? –le insisto.
– Que hubiera sido lindazo tener esa posibilidad desde pequeñito.

Aprender enseñando

A fines de agosto, nuestra compañera Rita Mocker dictó un taller de capacitación organizado por el Centro de Recursos de Educación Básica Especial –CREBE– de Cajamarca.
Estos talleres están dirigidos a profesores de Educación Especial, a los profesionales de las escuelas de inclusión y también al público en general.
Pero más que talleres son espacios de inter aprendizaje, donde se parte de algunos temas –en este caso hiperactividad, espina bífida y labio leporino– para contar, preguntar, compartir saberes y experiencias.
Así, todos aprendemos y todos enseñamos.

Nosotros somos nosotros

En el año 1994 tuvimos una conversación con los coordinadores de la Red de Bibliotecas Rurales. Queríamos saber cómo viven los niños con alguna “discapacidad” en las comunidades campesinas, cuáles son sus roles, cuáles sus condiciones de vida y cómo están presentes cada uno en sus familias y comunidades.
Fue un conversatorio muy fructífero y de ahí nació el Programa Comunitario, con un enfoque de rehabilitación basado en la comunidad.
Desde ahí sabemos que nuestro principio fundamental es el acompañamiento, que la responsabilidad de estos niños se queda siempre en manos de la familia y la comunidad, que nuestro trabajo se basa en el respeto mutuo de conocimientos y experiencias y de ahí nació –en muchos de nosotros– el arraigado afecto con los Juanitos.
Ahora, más de 20 años después, tenemos a la mano un documental producido por Francisco Vigo y Omar Ordoñez, que relata y describe el trabajo del Programa Comunitario, de los coordinadores, las familias y los niños.
”Nosotros somos nosotros” comparte un pedazo de la vida de los niños con capacidades proyectables y lo narra desde la perspectiva del campo, de las familias y coordinadores. Explica también cómo venimos y seguimos trabajando.
Esperamos poder colocar pronto este documental en nuestro blog para que pueda ser compartido con todos.

septiembre 02, 2015

Andares en Yunchaco‏: Cuando tomes un café…

(Apuntes de Alfredo Mires; visita a la zona de Yunchaco, provincia de Cutervo. Agosto 2015)
Uno busca la palabra “café” en internet y aparece el grano precioso, la taza excitante, la crema que lo apasiona, el aroma que lo provoca; aparece el fino paladar que lo degusta, la mesa que lo inspira y hasta un afiche que dice “Las penas con café son buenas”.
Pero no aparece la mano que lo trabaja, el sudor del que lo abona, el hambre del que lo cultiva, las carencias del que lo grana.
En Yunchaco, en Cujillo, en Quilucat, en San Pancho, en El Rollo, en Cunuat, el café se cultiva desafiando a la gravedad, prendiéndose de los abismos.
Entre los meses de febrero y junio, muchas comunidades de esta zona permanecieron aisladas. “Teníamos que caminar más de seis horas de ida y otro tanto de vuelta –en medio del aguacero, temiendo que los huaycos nos arrastraran–, para comprar un poco de sal, un poquito de azúcar, aunque sea unos fósforos… y los precios subieron más del triple, ya no podíamos comprar. Nos quedábamos de hambre”.
Por todos lados se ven las manchas inmensas de deslizamientos que aún no cesan. “El derrumbe nos llevó fincas enteras de café, con plátanos, con huabos, con todo…”, me dice don Gilberto.
En este país nuestro que se precia de su gastronomía hay, incluso, un “Día del café peruano”: me pregunto si así como se aprecia el producto también se considera al productor.
Me pregunto si en las ceremonias encopetadas, en las charlas de café cambiadoras de mundos o en los romances de tabaco y poesía, si será posible pensar en aquellos que siembran rompiéndose el lomo y evadiendo las picaduras de los mosquitos lameojos y las mordeduras de las víboras uyuri…
Alguna vez, hace años, anduve con comuneros de la etnia Oromo, cerca de la provincia de Kaffa, en Etiopía. Es en Kaffa donde se originó el café; de ahí su nombre. Pero África es sinónimo del hambre y la desmesurada injusticia que le cernieron en nombre de la “civilización”.
En América Latina, Colombia es el estereotipo del café, pero tampoco se alude al generoso comunero que labra la tierra a pesar de los padeceres.
Hay una historia cuyo recuerdo se evade, cuya lectura se invisibiliza, cuyo adentrarse se evita. Se muestran los índices del café por su sabor y su producción, pero no los de quienes los producen; no aparece el México de Zapata, el Salvador de Romero, la Guatemala de Rabinal…
Si pudiéramos despertar más cuando tomamos un café…

Animándonos

Por la noche del 19 de agosto mi papá César Burga, que es Coordinador de Bibliotecas Rurales en la zona de La Ramada y Yunchaco, había organizado una reunión con la comunidad para que conversáramos con el compañero Alfredo sobre nuestra cultura.
Unos días antes, cuando habíamos entrado a Yunchaco, vimos una quebrada que estaba llena de basura. Por eso Alfredo también tocó ese tema con todos los comuneros.
El salón estaba lleno con niños, jóvenes y mayores, tanto hombres como mujeres.
Tuvimos una buena conversación sobre todo lo que pasa en la comunidad.
Al siguiente día, tempranito por la mañana, vimos que los vecinos que habían estado en la reunión estaban barriendo las calles y juntando la basura.
Un vecino le dijo a mi papá que ojalá le pudiera pegar otra jaladita al compañero Alfredo para seguir animándonos.
Nosotros agradecemos esta visita porque nos ayuda mucho para darnos cuenta de todo lo que podemos hacer en comunidad, y para seguir animándonos a cuidar nuestra tierra.
Nancy Burga Tarrillo

Lecturas

“Un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano”.
Honoré de Balzac