enero 25, 2018

Salud y medio ambiente

El año pasado, durante las capacitaciones del Programa Comunitario para el acompañamiento de niños con capacidades proyectables, tuvimos la oportunidad de participar en una exposición de nuestro compañero Alfredo Mires acerca de un tema sumamente importante: Salud y medio ambiente.
Alfredo sustentó la importancia de las raíces emocionales, culturales y sociales en la salud de cada persona y nos abrió caminos para vivir más sanos y en un ambiente más saludable.
Compartimos con ustedes algunas de las ideas trabajadas:
Nos hemos acostumbrado a identificar la salud con la medicina y los hospitales, y solemos olvidar que salud y enfermedad son, fundamentalmente, fenómenos ecológicos y sociales.
Hace ya unos 2,450 años, en su libro “La República”, el filósofo Platón afirmaba que: “una ciudad con muchos hospitales es principalmente una ciudad mal gobernada”.
Que se construyan más hospitales no significa que andemos mejor de salud. Esto es como creer que estamos avanzando porque se han construido amplios y confortables cementerios.
Es menester comprender las conexiones de lo que hacemos con todo el universo de experiencias, procesos y perspectivas que conciernen y se entrecruzan entre todas las personas y las culturas.
La ruptura con la naturaleza (que también podría decirse ‘la desnaturalización de los humanos’) ocupa un nivel subjetivo y objetivo implícito en cualquier dolencia.
La angustia vital que produce un mal es un asunto que afecta a toda la comunidad.
Los males también surgen con los cambios socioculturales y ecológicos que afectan la biodiversidad, es decir, cuando se afecta lo que sabemos y podemos digerir. Hoy, con la extensión de la economía de mercado, los hábitos dietéticos suelen ser los más afectados.
La salud está ligada a la sensibilidad. Nuestros procesos internos suelen afectar nuestro comportamiento externo.

Humberto lee

Soy Humberto Huamán Lara, de la comunidad Alto Perú, Liuchucolpa, en el distrito de Bambamarca.
En la Red de Bibliotecas Rurales soy lector desde niño, desde muy pequeño, por muy largo tiempo y hasta hoy. Ya tengo cuarentaicinco años.
La lectura es para mí un momento que nos da mucho aprendizaje, para aprender a leer, a recorrer un libro, para compartir algunas experiencias de lo que viene aconteciendo en los libros.
Las Bibliotecas Rurales para mí han sido una escuela, como para muchos campesinos de diferentes provincias del departamento de Cajamarca. Siempre ha sido un conjunto. Desde allí hemos aprendido a defendernos por nosotros mismos: la gente de poder ya no ha podido aprovecharse de nuestra humildad.
Las muchas experiencias de aquellos nuestros mayores, todo lo que han vivido anteriormente, el esfuerzo por la tradición que se viene haciendo y lo que dice nuestra Biblioteca, es un buen seguimiento que construimos juntamente con todas las comunidades.
Ahorita hay mucho todavía para ver. No debemos caer en lo que nos quiere debilitar. La gente de poder siempre nos quiere discriminar. Nosotros somos campesinos: en nosotros no hay un desánimo; seguimos adelante con nuestros niños y con nuestros mayores, hasta hoy.

Re-visando

Venimos publicando más de 150 títulos, siempre desde, con y para el campo.
Cuando se ve un libro, no siempre se dimensiona el enorme trabajo que significa tener esa joya en las manos. Como nuestros libros se producen en comunidad, el primer paso siempre es decidir juntos el rescate y su realización. Esto implica caminar y tener reuniones con muchas personas con quienes grabamos los testimonios o revisamos los relatos escritos –también por los propios comuneros– de los Cuadernos de Rescate. Para no perder nunca ese tesoro de información, buscamos diversas maneras de guardarla: todo un proceso del ATOC (nuestro Archivo de la Tradición Oral cajamarquina). Luego hay que decidir cuáles de los textos o testimonios formarán parte del libro que queremos publicar. Vienen las transcripciones, el procesamiento de los textos, las correcciones… Agregamos los dibujos y traspasamos a un formato editable. Cada libro es como nuevo un hijo que va naciendo y diciendo.
Así, puede sonar muy fácil, pero son horas, días, meses y años de trabajo minucioso: todos ayudamos –en lo que podemos– a la persona responsable de todo este proceso. Sobre todo en la revisión de cada libro.
Revisar es una tarea delicada, y no es de imaginar cuántas fallas y fallitas se nos escapan. Leer y re-leer, ver con detención cada detalle para que salga un libro limpio y bien presentable, es un reto que nos tomamos muy en serio en nuestra Red.
Esto significa que aprovechamos los ojos generosos y diestros para ayudarnos en cada revisión.
Este enero hemos tenido la enorme ayuda voluntaria de nuestra querida amiga Ana María Rojas Espinoza, de Santiago de Chile, quien había venido a pasar un tiempo con nosotros.
Con mucha dedicación y esmero, Ana María re-visó uno de los libros grandes que está “en bandeja”, o sea, pronto a publicarse: El Inventario Cajamarquino de Arte Rupestre.
Gracias, comuneros. Gracias, comunidad. Gracias, Ana María.

Círculos de lectura

Los círculos de lectura que los coordinadores y bibliotecarios realizan en sus provincias, constituyen uno de esos ricos momentos de encuentro para inspirar la lectura, aprender y enseñar en comunidad. Se trata de una reunión para leer e incitar la reflexión y la crítica de un libro, un fragmento, un artículo, un afiche u otro material que se selecciona de acuerdo con las preguntas e inquietudes de las mismas comunidades. Ya un grupo de tres o cuatro personas conforman un círculo de lectura: pueden ser niños y niñas; jóvenes; adultos, hombres, mujeres o todos juntos; depende de cada zona, de las horas propicias para no interferir en las faenas agrícolas, y del ánimo que cada bibliotecario, coordinador o comunidad inspira. Finalmente, leer es lo que nos agrupa.
Desde Cajabamba, en Condorcucho la compañera Laura Palacios y en el sector de Araqueda, animados por nuestro coordinador Jacinto Aguilar, realizan sus encuentros con la lectura y el pago a la tierrita. En Cajamarca, en el sector de Jesús, Marcial Rumay; Santos Rodríguez, de Cortegana, en Celendín; Donaida Guevara, de Masintranca, y Rigoberto Vásquez, de Chalamarca, en Chota. En Contumazá, Ramiro Yglesias no deja de hacer varios círculos de lectura; en Cutervo, los compañeros Camilo Quiroz, en el sector La Congona; César Eladio Burga, en La Ramada; Jorge Carrasco, en el sector de San Juan, realiza los círculos de lectura con mayores y niños. En Bambamarca, Hualgayoc, nuestros bibliotecarios Lino Gálvez en el sector del Ahijadero; Antero Vásquez, en Pújupe; Víctor Carranza, en el sector Chala. Por el sector de San Isidro, en San Marcos, Antonio Vilchez realiza mensualmente círculos de lectura y siempre con el paguito a la tierra. Y, en Huamachuco, en la provincia de la Libertad, Rocío Altamirano impulsa la lectura compartida con los niños, con personas que han migrado de distintas provincias y con personas que no saben leer: en este caso, los niños son los maestros y alfabetizadores. Allí también se impulsa la lectura con niños que aún no leen pero son lectores oyentes, otra manera de leer en el campo.
Muchos de los libros utilizados en los círculos de lectura son de la colección Los nuestros, ediciones que recogen las tradiciones y la memoria andina de los campesinos cajamarquinos, y que sigue siendo el empeño de nuestra Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. También son muy leídos los libros escritos por nuestro compañero y cofundador de la Red, Alfredo Mires Ortiz, tal como “Resuellos”, “El hombre que curaba”, “El Duende del Laberinto”, entre muchos otros.
Los bibliotecarios rurales animan y se entregan con entusiasmo a estos encuentros alrededor de la lectura, para recordar que no estamos solos, que aquí seguimos, y que las comunidades de Cajamarca siguen vivas también a través de sus cuentos, su inmensa sabiduría.