diciembre 30, 2011

“¡Lanza rayos, colibrí!”

“Somos familia de todo lo que brota, crece, madura, se cansa, muere y renace.
Abuelos son los muertos y los cerros. Hijos de la tierra y del sol, regados por las lluvias hembras y las lluvias machos, somos todos parientes de la semilla, de los maíces, de los ríos y de los zorros que aúllan anunciando cómo viene el año.
Todo es sagrado, y nosotros también.
Así dicen, así saben, los indígenas de los andes.

Hace cinco siglos, la gente y la tierra de las Américas se incorporaron al mercado mundial en carácter de cosas”.


Una selección –basada principalmente en el libro “Úselo y tírelo”– con textos de nuestro amigo Eduardo Galeano, saldrá a luz en el transcurso de las próximas semanas.
El trabajo ha sido desarrollado por nuestra Secretaría de Capacitación y Producción de Materiales y será publicada en la Serie Numerada de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca.
El libro pone de relieve una visión crítica desde la experiencia histórica y ecológica de nuestros pueblos.

“Sobre la Codicia” - I

Lectura para compartir: texto del ensayista Agustín Squella.

Si avaro es el que tiene y retiene, o sea, el que se resiste a dar, codicioso es el que tiene y quiere ante todo tener más, o sea, el que no puede resistir el impulso de llenar una y otra vez su granero ya atiborrado de riqueza.
La avaricia es una contracción, en cambio, la codicia es una constante expedición, aunque no para conservar lo que se tiene, sino para volver a tener lo que ya se tiene. Por lo mismo, si la avaricia es triste, la codicia es, a penas, ansiosa.
La persona avara no quiere restar, mientras que el temperamento codicioso lo que quiere es sumar. El avaro cierra su cofre, esconde la llave y mira todos los días por el ojo de la cerradura para comprobar que no falte ninguna de sus pertenencias; a la inversa, el codicioso piensa sólo en cómo hacer crecer la bóveda del cofre y le intranquiliza verificar que sus posesiones no se hayan multiplicado.
Si el avaro es un problema para su prójimo, el codicioso constituye más bien un peligro para sus semejantes. El primero tiene únicamente interés en lo propio, pero el segundo pone ante todo su atención en lo ajeno. Uno sufre el temor de ver disminuido lo que ya tiene conquistado, mientras el otro padece lo angustia de no haber conquistado lo suficiente. Aquél soporta mal la idea de que lo priven de algo que ya posee, mientras éste tolera peor la comprobación de que siempre es posible poseer más. La avaricia es así un vicio pasivo, al paso que la codicia requiere de una incesante imaginación y actividad.

diciembre 21, 2011

Diciembre 2011

diciembre 12, 2011

“Les yeux de Gabi”

“Los ojos de Gabi”, el testimonio que nuestro compañero Alfredo Mires escribiera desde la mirada de Gabi, una niña campesina con parálisis cerebral infantil, ya cuenta con dos ediciones bilingües en español y alemán, así como con una edición traducida al italiano.
Ambas ediciones han tenido mucha demanda y eso nos alegra pues más personas pueden conocer las condiciones de los niños “discapacitados” y comprometerse al lado de los más débiles.
Ahora, una buena noticia es que nuestra amiga Maryse Tétreault, de Canadá, ha hecho la traducción al francés.
Esperamos poder lanzar pronto esta edición, así como una tercera edición tanto en español como en alemán.
¡Gracias, Maryse!, ¡más libros y mensajes para leer, aunar, compartir y animar!

Agen-diario 2012

En la medida que nos autosostenemos, no siempre es posible publicar todos los trabajos que quisiéramos.
Para el año 2012 ya habíamos tenido varios pedidos de una nueva agenda, pero por falta de fondos y de tiempo no nos alcanzamos a preparala.
Sin embargo, hallamos una alternativa luego de evaluar –también– la funcionalidad de la agenda.
Ocurre que muchas páginas se nos quedan en blanco y que, si bien necesitamos un planificador, simultáneamente requerimos un cuaderno donde podamos escribir nuestros andares.
Así ha nacido el “Agen-diario” para acompañarnos el año que se nos viene y que estará en circulación a partir de este 15 de diciembre.
Hemos tenido que recordar lo que Facundo Cabral contaba de Sara, su madre, que “Nunca usó agenda porque sólo hacía lo que amaba y eso se lo recordaba el corazón. Se dedicó a vivir y no le quedaba tiempo para hacer otra cosa”.
Pero otras lecciones también animan: la creatividad no duerme mientras se sueña.
Y en ese camino, es saludable comprobar que es posible continuar publicando si se aunan esfuerzos solidarios.

diciembre 01, 2011

La dignidad de los pueblos también se escribe leyendo

Lectura para compartir: Extractos de “La dignidad de los pueblos también se escribe leyendo”, texto de Alfredo Mires.

La promoción de la lectura define, en gran medida, el lado de la historia en el que nos ubicamos. No se puede ser neutral porque la lectura tampoco lo es. Ignorarlo es tomar posición del lado de quienes intentan ocultar esta realidad para impedir que pueda ser transformada.
Promover la lectura es adherirse a las realidades y a las expectativas de las poblaciones. Más aún, la motivación de la lectura ha de ser un reflejo de las capacidades de decisión, de los intentos de apropiación y de las búsquedas genuinas de las propias comunidades, de quienes la asuman como una herramienta para seguir aprendiendo desde su mismo contexto.
No aprender a leer por leer, sino en la procura de aquel abono que incremente el discernimiento desde la propia cultura, en el amacolle de una fronda desde las propias raíces.
Porque lectura no es evasión, es inmersión y riesgo, es liberación e impulso. Leer es reprobar la indolencia y ejercer el derecho al humor compartido, a la gratificación merecida y a una vida que no sea sinónimo de desgracia.
Así, si leer es cosechar, promover la lectura es sembrar. Sembrar las ganas de encontrarse con el libro y con la libertad de leerlo; sembrar el deseo de develarlo y la urgencia de compartirlo; sembrar la furia de descubrirlo y el deslumbre de comprenderlo.
Leer es también sembrar la evidencia que la previa lectura del mundo no ha sido vana. Porque no se trata de sembrar una lectura libresca sino omnímoda, abrazante y plena. Que no leemos para renunciar a nuestro mundo sino para re-sembrarlo, para re-escribirlo.

Leer en la realidad


Lectura para compartir: Extractos de “La carta del jefe indio Seattle”

Nosotros somos parte de la tierra y, asimismo, ella es parte de nosotros.
Y, después de todo, yo me pregunto, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el hermoso grito solitario del pájaro nocturno, ni las discusiones de las ranas al borde de los lagos por la tarde?
Soy un indio y nada entiendo.
Nosotros preferimos el suave susurro del viento cabalgando sobre la superficie de las lagunas, y el olor de ese mismo viento lavado por la lluvia del medio día o perfumado con la fragancia de los árboles.
Porque todo está enlazado.
Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiera a la tierra, también herirá a los hijos de la tierra.
Todo lo que le ocurra a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra.
Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra.
El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.

“Nosotros decimos no”

Lectura para compartir: Extractos de “Nosotros decimos no”, texto de Eduardo Galeano.

Nosotros decimos no al elogio del dinero y de la muerte. Decimos no a un sistema que pone precio a las cosas y a la gente, donde el que más tiene es el que más vale, y decimos no a un mundo que destina a las armas de guerra dos millones de dólares cada minuto, mientras cada minuto mata treinta niños por hambre o enfermedad curable. La bomba de neutrones que salva a las cosas y aniquila a la gente, es un perfecto símbolo de nuestro tiempo. Para el asesino sistema que convierte en objetivos militares a las estrellas de la noche, el planeta entero es una fuente de renta que debe rendir hasta la última gota de su jugo.
Se multiplica la pobreza para multiplicar la riqueza, y se multiplican las armas que custodian esa riqueza y que mantienen a raya la pobreza de todos los demás: nosotros decimos no a un sistema que no da de comer ni da de amar, que a muchos condena al hambre de comida y a muchos más al hambre de abrazos.
Decimos no a la mentira. La cultura dominante, que los grandes medios de comunicación irradian en escala universal, nos invita a confundir el mundo con un supermercado o una pista de carreras, donde el prójimo puede ser una mercancía o un competidor, pero jamás un hermano.
Por lo que dice y por lo que calla, la cultura dominante miente que la pobreza de los pobres no es un resultado de la riqueza de los ricos, sino que es hija de nadie, proviene de la oreja de una cabra o de la voluntad de Dios, que hizo a los pobres perezosos y burros.
El desprecio traiciona la historia y mutila al mundo. Los poderosos fabricantes de opinión nos tratan como si no existiéramos, o como si fuéramos sombras bobas. La herencia colonial obliga al llamado Tercer mundo, habitado por gente de tercera categoría, a que acepte como propia la memoria de sus vencedores y a que compre la mentira ajena para usarla como si fuera la propia verdad. Nos premian la obediencia, nos castigan la inteligencia y nos desalientan la energía creadora. Somos opinados, pero no podemos ser opinadores. Tenemos derecho al eco, no a la voz.
Nosotros decimos no: nos negamos a aceptar esta mediocridad como destino.
Nosotros decimos no al miedo. No al miedo de decir, al miedo de hacer, al miedo de ser. El colonialismo visible prohibe decir, prohibe hacer, prohibe ser. El colonialismo invisible, más eficaz, nos convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser. A lo sumo, podemos aspirar a convertirnos en prisioneros de buena conducta, capaces de pagar puntualmente los intereses de una descomunal deuda externa contraída para financiar el lujo que nos humilla y el garrote que nos golpea.
Y en este cuadro de cosas, nosotros decimos no a la neutralidad de la palabra humana. Decimos no a quienes nos invitan a lavarnos las manos ante las cotidianas crucifixiones que ocurren a nuestro alrededor.
Nosotros decimos no al divorcio de la belleza y de la justicia, porque decimos sí a su abrazo poderoso y fecundo.
Diciendo no al devastador imperio de la codicia estamos diciendo sí a otra América posible, que nacerá de la más antigua de las tradiciones americanas: la tradición comunitaria.