El Puma convocador, la montaña tutelar de Cajamarca, el amado Qayaqpuma, nos abrió sus puertas algunas semanas atrás.
No tuvimos que dar explicaciones sobre nuestro origen, nuestras pretensiones o nuestro estado, solo abrió uno de sus recodos y nos invitó a visitarlo, acompañarlo y recorrerlo.
Así llegamos, algunos voluntarios de la Red y de la Asociación Cultural APU, con la botella de agua al hombro, el corazón lleno de sueños, deseos, experiencias por compartir.
En aquel espacio lleno de calma, recordaba lo que nos decía Ciro Alegría a través de Lucas Vilca en "La Serpiente de Oro" sobre aquel hombre que muere a mitad del viaje por no saber bien el punto de llegada y haberse olvidado del punto de partida. Así, sentí que estábamos en el camino correcto, en el tiempo y espacio adecuados para re-sentir nuestras andanzas.
En el camino hacia la cima hallamos tumbas de abuelos nuestros, saqueadas, pinturas impregnadas en rocas infinitas,renacuajos aprovechado las fuentes de agua limpia y pasando allí su última etapa antes de mudarse a los peñascos como ranas y sapos. Quindecitos llamaban nuestra atención, bromelias, orquídeas, flores silvestres y plantas medicinales nos acompañaban en todo el recorrido.
Después de mucho tiempo he vuelto a sentir ese placer que solo se encuentra cuando se anda en el camino correcto.
No tuvimos que dar explicaciones sobre nuestro origen, nuestras pretensiones o nuestro estado, solo abrió uno de sus recodos y nos invitó a visitarlo, acompañarlo y recorrerlo.
Así llegamos, algunos voluntarios de la Red y de la Asociación Cultural APU, con la botella de agua al hombro, el corazón lleno de sueños, deseos, experiencias por compartir.
En aquel espacio lleno de calma, recordaba lo que nos decía Ciro Alegría a través de Lucas Vilca en "La Serpiente de Oro" sobre aquel hombre que muere a mitad del viaje por no saber bien el punto de llegada y haberse olvidado del punto de partida. Así, sentí que estábamos en el camino correcto, en el tiempo y espacio adecuados para re-sentir nuestras andanzas.
En el camino hacia la cima hallamos tumbas de abuelos nuestros, saqueadas, pinturas impregnadas en rocas infinitas,renacuajos aprovechado las fuentes de agua limpia y pasando allí su última etapa antes de mudarse a los peñascos como ranas y sapos. Quindecitos llamaban nuestra atención, bromelias, orquídeas, flores silvestres y plantas medicinales nos acompañaban en todo el recorrido.
Después de mucho tiempo he vuelto a sentir ese placer que solo se encuentra cuando se anda en el camino correcto.
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