El 16 de abril se cumplieron seis meses de la partida de nuestro querido Alfredo Mires; sin embargo, cuando hablamos de Alfredo, no pensamos en la muerte, sino en la vida que compartió con nosotros y que fue dejando en cada uno de los pasos que dio por las comunidades campesinas. Por ello, si de recordar se trata, preferimos recordarle vivo, con sus risas y consejos, con sus ideas geniales y los nuevos proyectos para nuestra amada Red de Bibliotecas Rurales.
Pensando en cómo agradecerle también por todo su legado, decidimos reunirnos ese domingo 16 de abril a las 6 de la mañana, como a él le habría gustado -pues Alfredo siempre se levantó temprano para aprovechar mejor cada día como disfrutar del amanecer-, y dedicarle una oración, según las costumbres de nuestros pueblos. Así, nuestro compañero Antero Vásquez, de Pújupe Alto, en Bambamarca, recitó sus sentidas oraciones recordando también la pasión de Cristo, hacía mucho tiempo que no escuchábamos estas oraciones. A don Antero se unieron dos grandes amigos: el padre Panchito, como le decimos cariñosamente, y Marco. Además, no faltaron las canciones dedicadas por nuestra amiga Noemí.
En esta celebración, no podía faltar el paguito a la tierra, pues es uno de sus tantos legados y encargos para cumplir.
Después de esta oración matutina, compartimos juntos, como familia, el rico caldo verde que Alfredo también disfrutaba, con su canchita y su quesillo.
Gracias, Alfredo, por reunirnos en torno a la oración, a la mesa, a la lectura y al trabajo.
Pensando en cómo agradecerle también por todo su legado, decidimos reunirnos ese domingo 16 de abril a las 6 de la mañana, como a él le habría gustado -pues Alfredo siempre se levantó temprano para aprovechar mejor cada día como disfrutar del amanecer-, y dedicarle una oración, según las costumbres de nuestros pueblos. Así, nuestro compañero Antero Vásquez, de Pújupe Alto, en Bambamarca, recitó sus sentidas oraciones recordando también la pasión de Cristo, hacía mucho tiempo que no escuchábamos estas oraciones. A don Antero se unieron dos grandes amigos: el padre Panchito, como le decimos cariñosamente, y Marco. Además, no faltaron las canciones dedicadas por nuestra amiga Noemí.
En esta celebración, no podía faltar el paguito a la tierra, pues es uno de sus tantos legados y encargos para cumplir.
Después de esta oración matutina, compartimos juntos, como familia, el rico caldo verde que Alfredo también disfrutaba, con su canchita y su quesillo.
Gracias, Alfredo, por reunirnos en torno a la oración, a la mesa, a la lectura y al trabajo.
1 comentario:
Un abrazo hasta el Cielo al Gran Maestro de Maestros.
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