Lectura para compartir: texto del ensayista Agustín Squella.
Si en una misma mesa almuerzan un avaro y un codicioso, el primero se resistirá a pagar su parte de la cuenta, mientras el segundo pensará que al pagarle al dueño del local está viendo disminuida su posibilidad de comprarle el restaurante. A la hora de los postres, el avaro pondrá en una bolsa el alimento sobrante para así poder cenar gratis por la noche, en tanto el codicioso imaginará cómo reciclar y vender a otro la comida que no ha sido capaz de consumir.
El avaro tiene para su mal el pretexto del ahorro, pero el codicioso puede disponer de palabras aun con mejor prensa para disfrazar su vicio: iniciativa, capacidad de trabajo, ambición, competitividad, son algunas de las contundentes explicaciones que puede ofrecer hoy un codicioso para presentar como un bien personal y social lo que no pasa de ser su tosco e incontrolable apetito de riquezas.
A nadie le gustan los avaros ni los codiciosos, aunque un individuo normal debería tolerar mejor a aquellos que a éstos, así no más sea porque los primeros simplemente no le dan y los segundos lo más probable es que le quiten.
En fin, avaros y codiciosos, pero sobre todo la estirpe de los segundos, encuentran un buen caldo de cultivo en una sociedad que ha reemplazado su preocupación por la pobreza con la obstinación por la riqueza y que ha pretendido curar el estigma de la primera con la simple fascinación por la segunda.
enero 04, 2012
“Sobre la Codicia” - II
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Red Bibliotecas Rurales
a las
12:24
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