julio 17, 2013

Yawarcocha


Han Shan era el nombre de un antiguo poeta chino que se retiró a vivir a los montes. Él escribió alguna vez: “Nadie puede beber agua de un espejismo”.
En la soledad agreste de su retiro, el poeta supo dilucidar sobre el valor del agua.
Aquí, en los andes, los pueblos de poetas pusieron a este remanso el nombre de “Yawarcocha”, que en lengua quechua significa “Lago de sangre”, quizá porque el agua nace de la base de la montaña y fluye hasta el enorme cuenco protegido por dos imponentes parejas de apus o cerros sagrados.
Nada que ver con la historia torcida que alguien urdió –diciendo que ahí había ocurrido una cruenta batalla entre incas y cajamarquinos y que, al final, más de veinte mil vencidos fueron degollados de manera que la laguna se tiñó de sangre– para hacer creer que los nuestros siempre fueron belicosos.
Allá fuimos para saludar a las montañas y hacer nuestras ofrendas al agua bendita que nos sostiene y fecunda.

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