diciembre 23, 2013

La tesitura del Canje

No son horas: son días de caminar por las comunidades repartidas en la cordillera, para saludar, animar y canjear los libros.
No son unos cuantos: son cientos de libros los que deben ser recogidos y cargados para hacer el canje en Cajamarca.
No está a la vuelta de la esquina: algunos tuvieron que hacer hasta cuatro transbordos, con más de un día de viaje bajo las lluvias, cargando cajas y sacos pesadísimos de libros, regateando el flete y –aparte de todo– trayendo papitas o maíz desde su chacra para compartir con todos...
“¡Hay que estar locos para desplegar semejante esfuerzo!”, dijo alguien viendo llegar a los bibliotecarios.
“No ha habido hombre de genio extraordinario sin mezcla de locura” decía el filósofo Séneca.
Hubo compañeros que trajeron casi un millar de libros consigo. Y, para esta vez, habíamos cambiado la estructura del intercambio y el incremento: ya no entre los estrechos callejones de los estantes, sino con todos los libros en la Sala Mayor.
Este canje trocó la esperanza en certeza.





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